Unas
100 millones de toneladas de desechos flotan a la deriva en el océano, amenazando a la vida marina. El cúmulo de desperdicios forma un área equivalente a casi
todo el territorio de Chile, o dos veces el de
Italia.
Cada año, en todo el mundo, se producen
100 millones de toneladas de plásticos. Un
10% termina en el mar. Así es como ha llegado a formarse el llamado
trash vortex (vórtice de basura),
un área de 700 mil kilómetros cuadrados ubicada entre Estados Unidos y Japón, y que puede llegar a tener en promedio
334.000 piezas de desechos por kilómetro cuadrado.
Esta masa inmensa de residuos fue
descubierta en 1997 por el investigador Charles Moore
cuando volvía de una competición a vela de Hawaii. "Cada vez que subía a
cubierta para inspeccionar el horizonte, veía una botella de jabón, una
tapa de la botella o un trozo de plástico flotando" contó por aquel
entonces. "Aquí estaba yo en el medio del océano y
no había ningún lugar al que pudiera ir que no tuviera plástico".
Fue él quien dio a conocer al mundo científico
sobre los seis kilos de residuos plásticos que podían encontrarse en el Norte del Pacífico
por cada kilo de placton, el
alimento básico de muchos de los organismos marinos
.
La también llamada sopa flotante cubre 800 kilómetros de la costa de California, rodea Hawaii, y llega casi hasta Japón. "Los
plásticos absorben contaminantes y liberan químicos que van a parar al pescado que comemos", contó el científico Marcus Eriksen, del centro de investigación marino Algalita.
Esta institución, fundada por Charles Moore, realizó en 2008 un estudio en el que descubrió que de
671 peces que analizaron, el 35% estaban contaminados.
Más allá del peligro que eso puede representar para el ser humano,
también se han encontrado cadáveres de pájaros que tenían el estómago
lleno de tapas de botellas de plástico, cepillos de dientes, restos de
jeringuillas, y otros restos no biodegradables.
El problema, a juicio de Moore, es que
la mayoría de los productos de plásticos se usan una sola vez,
y no existe un buen modo de que vuelvan al consumidor para que sean
reciclados, por lo que estos residuos pueden terminar en el mar. Este
oceanógrafo ha explicado cómo las corrientes submarinas han provocado
que a lo largo de los años se concentren en el
norte del
Pacífico unas 100 millones de toneladas de basura, o dicho de otro modo,
el 2,5% de todos los productos de plástico que se han construido desde
1950.
No deja de ser llamativo que el
20% de los residuos vienen de las mismas embarcaciones marinas que surcan los mares
mientras que tres de los países que generan parte de los desechos del
norte del Pacífico son México, Australia y China, grandes consumidores y
productores de residuos.
Debido a la salinidad de las aguas, la temperatura, y sobre todo la escasez de viento, en el Pacífico Norte se ha creado una
zona en la que las corrientes marinas apenas tienen movimiento. Esta área se llama Giro del Pacífico Norte, y es el más grande de los cinco principales que existen en el planeta.
"Los vientos y las corrientes tienden a dirigir a la materia que
flota en el agua hacia la zona central de baja energía del remolino",
explica Greenpeace. Los
trozos de plástico se degradan poco a poco con la luz del sol,
se desintegran en minúsculos pedazos, y así
terminan en el estómago de aves y de todo tipo de animales marinos. El daño que hacen al ecosistema marino es incalculable, aunque la ONU lanza algunas cifras: cada año,
mueren un millón de aves y hasta 100.000 animales marinos por tratar de deglutir residuos plásticos.
Semejante extensión de basura podría ser muy impactante sólo a simple vista, pero el plástico es transparente y la
mayor parte de los residuos están justo debajo de la superficie, así que las fotos por satélite no podrían mostrar el horizonte de desechos que cubre el norte del océano Pacífico.
Soluciones, por ahora, no hay ninguna. El
impacto medioambiental es extraordinario,
y las medidas para revertirlo deberían plantearse a largo plazo para
ser sostenibles. Hay, no obstante, algunas iniciativas como la del
Proyecto Kaisei, que estudia el detritus de los residuos para evaluar la posibilidad de transformarlos en algún tipo de combustible.
Esta institución, junto con otras organizaciones ecológicas,
alertan del perjuicio medioambiental que conlleva la existencia de la isla de la basura, aunque no haya fotos impactantes, y aunque no se perciba desde tierra adentro. Éste es un
riesgo real del que no está excluido el ser humano.
* Artículo publicado en el portal de información Infobae América