Es uno de los periodistas consagrados de Il
Corriere della Sera. Discreto a lo largo de su carrera, ha
escrito sin mayores sobresaltos en uno de los diarios más
importantes de Italia durante más de 30 años. Por eso algunos se
preguntan qué le ha sucedido a Paolo Conti para que esta semana
publicara un artículo en primera página del periódico en
el que anunciaba, a bombo y platillo, que no se quiere
enamorar. “Cincuenta
y ocho años son muchos”, sentenció.
El escrito, que ha sido uno de los más leídos y difundidos en
estos días, ha generado una gran controversia y una
infinitud de réplicas de las que se ha hecho eco el mismo
Corriere. Conti, cierto es, aborda uno de los asuntos más
manidos pero que al mismo tiempo más fascinación provoca en el ser
humano. Una cuestión sobre la que casi todos se sienten
interpelados.
"Tengo 58 años, desde hace más de cuatro estoy soltero y
separado (con hijas amadísimas) y encuentro digna de
lástima, es más, ridícula, la sola hipótesis de
enamorarme", sostiene.
"Las historias terminan", continúa.
"Todas, admitámoslo, en un modo o en el otro. Y dolorosamente.
A veces se desempeña un papel, a veces otro. El amor es una
trampa cruel y despiadada en la que uno cae de buena gana
cuando se es joven (…) pero a los 50, 60 años, no está bien para
nada".
El escritor recuerda haberse enamorado varias veces, “descubriendo
después que se trata siempre de un confrontación
entre un futuro verdugo y una futura víctima”.
Paolo Conti desprecia a "los seres humanos que se transforman
en ridículas parodias de sí mismos de hace 30 años" y aduce
que el llegar a una edad madura no significa que "entonces
puedan o deban realizarse las mismas
actividades de cuando uno tenía toda la vida por delante".
En su defensa salió el crítico literario Giorgio
Montefoschi. "En la vida hay espacio sólo para un
amor. El amor verdadero es una cosa completamente profunda, inefable
e irrepetible. Entiendo lo que dice: yo el amor lo he conocido y para
mí es imposible sentirlo de nuevo. La suya me parece una declaración
de honestidad", afirmó.
El director de cine Michele Placido, reconocido
internacionalmente por películas como Romanzo Criminale, se
ha
casado con una joven que tiene 37 años menos que él. "Cuando
he conocido a Federica", dijo el famoso italiano, "tenía
55 años y dos matrimonios fracasados a la espalda. Con cierto
cinismo pensaba que mi destino era una existencia libre y beata. Pero
después ha llegado esta muchacha a convulsionar mi vida".
Placido, de 66 años, reconoce que al principio tampoco
apostaba por su relación con Federica. Pero once años de
noviazgo han dulcificado su idea de lo que significa ser y sentirse
amado. "¿Demasiado tarde para enamorarse, como dice Paolo
Conti? No. Sin Federica, seguro que mi vida habría sido más árida",
argumenta el célebre director. "Me doy cuenta de que tengo
cerca una figura especial que me enriquece. Vivo el presente y soy
feliz".
A partir de aquí el debate ha sumado nuevas voces y perspectivas.
Desde
otro periódico, Blitz Quotidiano, el periodista Lucio Fero asume
que el amor o el sexo “30 años después implica un riesgo de 7 a
1, pero es como jugar en la Champions League”.
Sin recurrir a juegos metafóricos, el presidente de la Società
Italiana di Psicologia, Antonio Lo Iacono, ha
explicado para este artículo qué se puede esconder detrás
de las palabras del periodista italiano. “Creo que
quien dice “no me quiero enamorar más” expresa un deseo
intentando negarlo”, expone este psicólogo y psicoterapeuta. “Es
también posible que el sujeto no se haya nunca enamorado o que
todavía esté lamiéndose antiguas heridas de amor”.
Lo Iacono considera un error abordar el enamoramiento como
si se tratase de un plan a programar, a semejanza de lo que
podría ocurrir con una invitación a cena o unas vacaciones. "Decir
‘no me quiero enamorar’ es como decir ‘no me quiero morir’…
ninguna de las dos depende de la voluntad", alega el titular de
una de las más importantes asociaciones de psicología en Italia.
El italiano abre el abanico de lo que significa amar. "Puede
ser un momento pasajero ligado a una idealización y a las
necesidades del momento del individuo, o bien puede ser un proceso
dinámico en continua evolución que se confirma, aun
transformándose, hasta el fin del amor o de la vida de los
protagonistas", expone Lo Iacono.
Por eso no tiene sentido rechazar el enamoramiento, como
tampoco es coherente rechazar la muerte. Ambas son dos
cuestiones que no dependen de la voluntad.
¿Qué ha desencadenado, entonces, el artículo de Paolo Conti que
Il Corriere ha puesto en portada? “El amor puede
dar miedo a ciertas personas porque puede desbaratar un
proyecto, una costumbre, un ambiente, e incluso un grupo de trabajo o
una comunidad”, apunta el psicólogo. "El enamoramiento
suele estar asociado a la locura, a algo de incontrolable
que tiende a demoler costumbres, a cambiar comportamientos, a meter
en crisis un sistema de referencia social, cultural, familiar o
individual".
Algo a lo que no todos están dispuestos. "Muchos se han
enamorado tarde porque antes no había llegado el momento",
concluye Iacono. Es lo mismo que opinará el director Michele
Placido, quien además se ha permitido lanzarle al periodista una
propuesta: "Mi sugerencia el que se deje sorprender,
siempre. Porque las cosas pueden realmente suceder cuando
uno menos se lo espera".
* Artículo publicado el 23 de agosto de 2012 en Infobae América.