jueves, 16 de abril de 2020

Las emociones argentinas, al descubierto


Un tercio de la población mundial en cuarentena por la pandemia del covid-19 plantea una situación inédita para la ciencia que anima a indagar en los síntomas psicológicos y en las conductas sociales que atraviesa la humanidad. En Argentina un estudio en curso investiga el aspecto emocional que provoca en la población el confinamiento con el que se pretende atajar el avance del nuevo coronavirus. Los resultados, sorprendentes, replantean hasta las hipótesis iniciales formuladas por el equipo de investigación.

Más de 17.000 personas intervinieron en la primera entrevista de este estudio longitudinal, que por primera vez permite evaluar los estados anímicos de las personas sometidas al confinamiento a lo largo de un período de tiempo. El formulario fue lanzado dos días después de que el 20 de marzo comenzara a regir el “aislamiento social obligatorio” decretado por el Gobierno de Alberto Fernández. Dos semanas después de que entrara en vigor la cuarentena, más de 8.000 participantes se involucraron en la segunda encuesta, lo que sirvió de pauta para empezar a establecer comparaciones.

Cuatro investigadores del Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología, entidad que depende del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires (este), y de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de esta ciudad, han podido constatar con estos parámetros la evolución de los cambios que se producen en relación a la ansiedad, la depresión, y en general, a las emociones positivas y negativas.

ANSIEDAD Y DEPRESIÓN

Los resultados preliminares de esta investigación comenzaron a observar una tendencia de aumento en los niveles de depresión, un estado emocional caracterizado por apaciguar las formas de respuesta e incrementar los niveles de sueño, así como la apatía.

“Aunque de momento la magnitud de este efecto es pequeña, el incremento de la depresión introdujo cambios notorios en las rutinas de sueño, lo que a su vez repercute en el devenir diario y en el nivel de concentración”, detalló en diálogo con esta periodista la investigadora Lorena Canet Juric, especialista en psicología cognitiva y educativa y una de las realizadoras de este estudio.

Esta tendencia afecta de manera desigual a las distintas franjas etarias. El único grupo que presenta una disminución en la intensidad de los síntomas depresivos es la población mayor de 60 años. Por el contrario, los jóvenes de entre 18 y 25 años muestran una mayor inclinación a la depresión.

“La población joven es una población muy móvil. Suele tener mucha vida social y está en un momento en el que su proyecto de vida está puesto en acción. Pero de golpe, se encuentran mucho tiempo metidos en su casa, sin poder contactar a sus pares de referencia, a sus amigos, e incluso a su pareja, con la que no suelen convivir”, describió la psicóloga.
El adulto mayor, en cambio, está más acostumbrado y tiene más herramientas para enfrentar una situación de soledad en su hogar, según han inferido los investigadores en base a las dos entrevistas realizadas hasta el momento.

“Teníamos la hipótesis de que las personas que vivían solas podían tener un mayor nivel depresivo y se ha visto que no necesariamente es así, porque la persona que vive en soledad puede estar acostumbrada, puede estar solo pero no aislado socialmente”, reveló Canet Juric.

Las respuestas al estudio revelaron, al mismo tiempo, que un individuo aislado socialmente es más propenso a incumplir el confinamiento que aquella persona que tiene una mayor integración.

“En general las personas cumplen con la cuarentena, pero sí vemos que algunas personas que estaban aisladas socialmente tenían un puntaje más bajo en el grado de cumplimiento del aislamiento”, puntualizó la psicóloga.

Durante este tiempo, las encuestas también descubrieron una pequeña tendencia a la baja en la ansiedad, una respuesta emocional del organismo a situaciones estresantes que amenazan la supervivencia del ser humano.

“Esto puede tener que ver con una situación de adaptación: nos adaptamos al cambio en un contexto en el que solemos incrementar nuestra ansiedad cuando nos sentimos amenazados, y qué más amenaza la propia vida y los medios de subsistencia que una situación de cuarentena”, contextualizó la investigadora.

EMOCIONES POSITIVAS Y NEGATIVAS

Las entrevistas abordaron a su vez la evolución de las emociones positivas, en alusión a los estados que hacen sentir algo agradable en relación al contexto, como la calma y la tranquilidad, y también se focalizaron en las emociones negativas, que hacen referencia al estrés, la frustración, la intranquilidad, el nerviosismo o la ira.

“La tendencia que presentó el afecto positivo es el de bajar, como disminuyó todo lo que tiene que ver con estas emociones positivas, que son las que pueden llegar a sostener de una manera más agradable la situación de encierro”, destacó Canet Juric.

Las emociones negativas, curiosamente, apenas mostraron una merma después de 14 días de aislamiento, pero esta disminución es considerada insignificante por los responsables de la pesquisa.

La evidencia científica muestra, por otro lado, que los hábitos saludables y las actividades gratificantes contribuyen a que las personas muestren menos síntomas de ansiedad y depresión.

“Circula mucho en las redes y la gente tiende a subestimarlo, pero si tienes una rutina, momentos de distensión, una alimentación saludable y haces ejercicio, hemos visto que hay una tendencia de disminución en la depresión y ansiedad”, resumió la psicóloga.
ABUSO DE TECNOLOGÍA

En paralelo, hay un conjunto de hábitos no saludables que repercuten sobre el ánimo de la persona, como el uso desmedido de la tecnología. Este rasgo“en parte nos expone a la noticia constante con actualizaciones sobre lo que pasa y nos conecta con la amenaza de manera permanente”, acotó la investigadora.

“Si me someto a un bombardeo de información sobre el crecimiento de la pandemia, dentro de un mundo global en el que muchas personas comparten todo el tiempo información, no tengo capacidad para procesar esta información, porque nuestra mente está conectada todo el tiempo con la fuente de estrés y no se puede alejar de eso”, profundizó.

En este contexto, las personas necesitan abordar de manera más distante la amenaza, una amenaza que de por sí incide sobre la integridad física y sobre la superviviencia social, económica, psicológica de cada persona.

Desde las ciencias sociales, las conclusiones de este trabajo científico aportarán claves sobre la salud mental y establecerán qué factores psicológicos y culturales contribuyen a que una persona a la que se le requiere un comportamiento altruista muestre una mayor adherencia y pueda seguir mejor las directivas gubernamentales.

“Si yo realmente me siento bien con la actitud que estoy tomando de quedarme en casa, puedo entender mejor que un médico que viva al lado de mi departamento tiene que entrar y salir”, ejemplificó Canet Juric.

En ese sentido, “no puedo motivar la prosocialidad, el comportamiento afectivo y el pensamiento hacia el otro en una sociedad tan grande si yo no comprendo cuál es el estado emocional y qué situación atraviesa la gente”, alertó.

ALCANCE

El equipo argentino de investigación ha querido destacar el sesgo inherente a este estudio, puesto que en el contexto que plantea la pandemia, las entrevistas alcanzan a población con acceso a medios electrónicos, que en general tiene estudios universitarios y que mantiene cierta predisposición a contestar trabajos de este tipo.

“Estimamos que en poblaciones vulnerables estas magnitudes podrían verse incrementadas, donde las condiciones de aislamiento no son las mismas, pues no es lo mismo la persona que pasa la cuarentena en su casa con su situación económica respuesta a una persona que atraviesa el confinamiento en una situación más precaria”, profundizó Canet Juric.

Otra población vulnerable que amerita ser estudiada con profundidad son los niños, por ser “quienes han visto afectada drásticamente su vida y su manera de contacto con la familia, dada la magnitud e intensidad de estar encerrados en su casa haciendo tareas, sin espacios de distensión como lo es la escuela y sin poder ver a sus amigos”, advirtió la psicóloga.

El estudio prevé más adelante realizar un tercer relevamiento sobre las estrategias de las personas y las herramientas con las que cuentan para enfrentar esta época excepcional.

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, anunció el viernes pasado que el confinamiento obligatorio vigente desde el 20 de marzo se prolongará hasta el 26 de abril. El mandatario exceptuó a determinadas actividades de cumplir la cuarentena, como bancos, talleres de automóviles, tiendas de repuestos o de neumáticos, y librerías, que sólo pueden entregar a domicilio. El Ejecutivo también autorizó los paseos de personas discapacitadas con un acompañante. 

 * Artículo publicado el 15 de abril en la agencia Sputnik

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