jueves, 30 de octubre de 2008

El cortejo de Obama

Puede leerse en la prensa que hoy ha sido emitido en las televisiones estadounidenses, en horario de máxima audiencia, un anuncio que dirige Barack Obama al país. Más que un breve episodio publicitario, ha sido un documental de media hora. Pero propaganda a pesar de todo.

El hilo conductor lo marcaban las historias de cuatro ciudadanos comunes que relataban las dificultades por las que pasaban, para que a continuación el candidato a la presidencia estableciera sus propuestas. Entre medias no faltaban declaraciones de personajes públicos en donde mostraban su apoyo y confianza al senador de Illinois.

El publirreportaje es excelente en cuanto que es fácil caer en la dinámica. Narración triste de un estadounidense en problemas, música emotiva de fondo, y Obama que aparecía para ofrecer la receta salvadora. El documental trata de ser enternecedor sin apenas disimulo: es aquí cuando aparece la historia personal de Obama, las fotos de cuando era un niño, de adolescente, más tarde de joven; la narración, entre tanto, se preocupa de las vicisitudes que vivió, como si todos estos datos fueran a ser la impronta que hace a un presidente mejor que a otro.

Durante la media hora de emisión es casi inevitable admirar el porte de Obama en su despacho, la elocuencia y naturalidad con la que se expresa, la espontaneidad de su gesticulación y la sencillez de los ademanes con que trata de conquistar a la audiencia. Es casi irremediable, a su vez, no quedarse prendado de las imágenes que muestran a este candidato afroamericano con tanto carisma en un despacho que podría semejar al de Bush. Comparación forzosa, ganador por oleada.

Que inspira simpatía, sin duda. Que parece un buen hombre, pues también. El problema es dar estos supuestos como verdaderos, en primer lugar. Y luego contentarse con que esas sean las condiciones para ser un presidente, y que sean además lo que trata de explotar el marketing que le rodea.
McCain lo tiene más difícil. No tiene desenvoltura, es muy mayor, sus últimas intervenciones no han hecho más que perjudicarle, y las compañías que le siguen en esta búsqueda de la presidencia tampoco le dejan muy bien parado. Sirva esto de comienzo sin necesidad de entrar en el pasado turbulento de este veterano de guerra.
Lo que más asombra de todo este proceso electoral, lo que se ve como una cosa admirable en sí, como un progreso, es que un negro pueda ser el dirigente de Estados Unidos. Se cae así en el mismo juego de lo que sorprende, es decir: plantear como extraordinario que un ho
mbre con un color distinto al del hombre caucásico pueda llegar al edificio presidencial, que para más recochineo se llama Casa Blanca.

Pero esto sigue siendo imagen. El publirreportaje emitido en Estados Unidos lo que hace es descubrir que el “cambio” proclamado por Obama es en realidad un conjunto de parches que no cuestiona el sistema que ha conducido a la pobreza a 36,5 millones de personas. Por ejemplo: Obama, conmovido con la crisis que afecta a sus conciudadanos, propone reducir los impuestos a todas las familias que no lleguen a ganar 200.000 dólares al año. ¿Es que las que cobren tamaña cifra van a necesitar el auxilio del Gobierno? “Necesitamos un plan de rescate para la clase media”, justifica. ¿Y cuál es el plan de rescate para uno de cada ocho estadounidenses, que lejos de aspirar a ganar 200.000 dólares, están por debajo del umbral de la pobreza?
Obama tampoco planea frenar el banquete de las aseguradoras privadas en un país donde 47 millones de habitantes no tienen seguro por no poder pagarlo. Eso es como si toda España no pudiera permitirse la cobertura de un respaldo médico. La alternativa del candidato es, generoso él, reducir el pago para según qué familias a 2.500 dólares al año.

Y dentro de sus ofertas de campaña, mientras asegura más inversión para las energías renovables, ha prometido ayudar a todas las compañías automovilísticas que fomenten la creación de coches eficientes en el gasto de combustible, y por ende, ayudar también a los usuarios que quieran comprar uno. Al parecer, no bastan 250 millones de coches en una región de 300 millones de habitantes, con toda la contaminación que generan en un país sin protocolo de Kyoto que venga a reclamarle nada. Pero desarrollar la industria inmensa que gira en torno al transporte privado –más carreteras, autopistas, más asfalto, más gasto en gasolina– implica abandonar los medios de transporte públicos, y así obligar que cualquier persona para desplazarse deba por fuerza usar el automóvil.

Para rematar su discurso, y no quedar atrás ante el aire belicoso de McCain, Obama asegura que de llegar a presidente reconstruirá la industria militar, y hará frente a Al Qaeda –léase Pakistán–, a los talibanes, y al peligroso Irán, que sigue emperrado en fortalecer su programa nuclear. El candidato, a semejanza de Zapatero durante su campaña en 2004, se acuerda también mucho de Iraq e incide en el pronto retiro de tropas, pero se olvida de mencionar que por el contrario quiere más soldados en Afganistán, porque no conviene decir que este país es un lugar a no perder de vista dado que por allí pasan oleoductos y gasoductos procedentes de Turkmenistán y el Mar Caspio, y porque no está Estados Unidos para despreciar la excelente posición de Afganistán que le permite vigilar de cerca cuanto se propongan Rusia, la India y China.

Y así, desatendiendo por un instante los ojos sagaces, los discursos brillantes o el abrazo de ocasión que hacen de Obama un tipo simpático, están los hechos: el próximo 4 de noviembre será elegido un nuevo presidente, que más allá del color que tenga, no ofrece ninguna alternativa sincera a lo que ha caracterizado la política de Bush.

Ése es el problema: ir más allá.

domingo, 26 de octubre de 2008

El primer origen de la crisis

Las explicaciones de la actual situación son a menudo confusas. Gran parte de las noticias que tratan de explicarla carecen de un contexto que ubique las cifras que suben y bajan y que por sí solas se presentan como el significado de la trama. Lo que es aún más frecuente es el uso de un vocabulario enrevesado que es base de explicaciones equívocas, con lo que se genera una noticia turbulenta donde se barajan todo tipo de causas-efectos mal sobreentendidos y ante la cual parece que se espera un lector sobrado en conocimientos económicos y con una destreza innata de cuantos índices, tasas, instituciones y créditos estén empantanados en los análisis.

Lo mejor para comenzar a explicar una crisis que sobrepasa al ciudadano común es hablar del dinero. Porque ¿cuánto hay? ¿dónde está el límite? El dinero es deuda, dice un vídeo en internet (
Money as Debt), porque si bien antes el dólar – moneda de referencia- tenía su equivalencia a la cantidad de oro real existente, ahora se crea con los créditos -o sea, préstamos- que se piden al banco. Por eso si ahora alguien se presenta con un dólar en la Reserva Federal de Estados Unidos y pide su equivalencia en oro, se encontrará con que ese dólar sólo puede ser cambiado por otro dólar digital -por otro papel. Porque el dinero que existe ahora ya no está respaldado en nada físico, en nada real. Los billetes que tenemos en la cartera cuentan con la complicidad de una sociedad y unas instituciones que dan a todos ellos un valor. Un valor acordado, establecido, pero que ya no está relacionado con la riqueza material del mundo.

Éste es el origen de la primera
especulación de todas: jugamos con dinero que en realidad es contenido vacío, pero que todavía se mantiene porque así queremos que sea, porque al no estar sujeto a nada real, puede crecer hasta límites insospechados. La prueba está en que cuando uno va al banco y decide pedir un crédito de 10.000 euros, ese dinero se crea de la nada. Es como si una persona desde casa tuviera el reconocimiento para firmar cheques que luego tienen valor en un mercado. Él no tiene ese dinero en casa, pero no importa. Emite un cheque y, ya se ha creado dinero.

Los bancos funcionan de manera semejante. Erróneo es creer que lo que hacen los bancos es prestar a unos el dinero que otros previamente han depositado. Los bancos no están obligados a prestar según lo que tienen. Los Gobiernos tratan de establecer unos límites en la creación de ese dinero-deuda. Antes se exigía que los bancos sólo pudieran tener 10 dólares por cada dólar en oro que tenían. Ahora las reglas han cambiado, aunque varían según el país: el dinero que pueda crear un banco no depende del dinero que tiene en depósito, sino en el dinero que puede crear a partir de ese dinero en depósito.

Por ejemplo: una persona quiere comprarse una casa y pide un crédito de 10.000 euros para comprar un coche. El banco crea ese dinero apun
tando esa deuda en la cuenta del cliente. Con una equivalencia de 9 a 1, al banco, para prestar 10.000 euros, le basta para tener en depósito 1.112 euros, dado que puede prestar nueve veces esa cantidad, es decir, 10.000 euros.

Y aquí viene lo mejor. Pongamos que el vendedor que ha vendido el coche al cliente acude a este mismo banco para hacer el depósito de los 10.000 euros que ha recibido. Estos 10.000 euros fueron creados por el banco. Pero estos 10.000 euros se contabilizan como dinero real y le sirve al banco para hacer nuevos préstamos. Si antes un depósito de 1.112 euros lo multiplicábamos por nueve para deducir que el banco podría prestar hasta 10.000 euros, ahora esos 10.000 euros creados de la nada se mueven también con la equivalencia 9 a 1, pero dividiendo. Es decir, que de 10.000 euros el banco puede prestar 9.000.

Y así el juego sigue: esos 9.0
00 que se prestan para comprar, por caso, una moto, luego son devueltos al banco por el vendedor de la moto, y con esos 9.000 nuevos euros se puede prestar 8.100 (atendiendo a la equivalencia 9 a 1). Y así hasta que siguiendo este proceso de préstamo se llega a que con esos 1.112 euros de depósito real en el banco, el banco ha prestado 10.000 euros y, de esos 10.000 ha prestado 9.000, de esos 9.000 ha seguido prestando, hasta que al final el banco ha podido hacer esa operación 90 veces para crear un total de 100.000 euros (1.112 por 90, igual a 100.000).

Como los bancos manejan cifras muy superiores, y la equivalencia no siempre tiene por qué ser de 9 a 1, sino de 20 a 1 e incluso más, la cantidad de dinero que se ha creado es colosal. Es dinero que se crea de la deuda. Y el depósito original de 1.112 euros sigue siendo el mismo.


Y
con esto se cae otra de las creencias generalizadas. Pongamos que el banco paga un 1% de interés a aquellos clientes que hayan metido allí su dinero, y cobra un 3% de interés a todo lo que preste. Fácil será suponer que lo que gana el banco es un sólo un 2%. Pero resulta que si el banco tiene 100 euros en depósito, de nuevo con la equivalencia 9 a 1, puede prestar hasta 900. El balance queda así: el banco paga 1 euro por esos 100 euros en depósito, pero cobra 27 euros de interés por esos 900 que presta.

Pequeño avance para seguir profundizando durante los próximos días en la crisis que comienza a tomar tintes siniestros. Esto es sólo la base para haber creado una base ficticia de dinero. Éste es el asiento para una especulación que ya mete a hedge funds, mutuas, fondos de pensiones, compañías de seguros de por medio. Y ningún análisis puede quedar completo si no nos damos cuenta de que la economía no puede desarrollarse un 10-15% cada año si el planeta es finito y limitado. Este crecimiento temerario no contempla el fin de los combustibles fósiles del planeta. Y eso es algo, que como ya veremos, marcará las próximas generaciones.

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 No hubo una evaluación de su desempeño, ni un aviso de advertencia. Carolina Salvatore, una empleada de la Secretaría de Educación de Arge...