En un proceso que pasará a la posteridad, el dictador ha sido juzgado por delitos de lesa humanidad junto al ex general Luciano Benjamín Menéndez -otro de los máximos responsables del terrorismo de Estado que aplicó el régimen durante la dictadura (1976-1983)- y otros 28 ex militares y policías.
Todos ellos estaban acusados del asesinato de 31 presos políticos, pero esos crímenes son apenas una mínima representación de la masacre sistemática que ejercieron los jerarcas de la dictadura contra la población. Argentina no olvida, y todavía busca justicia para los desaparecidos que causó el régimen de represión.
El último consuelo que pudo obtener Videla en el juicio se condensó en los 50 minutos de alegato que pronunció frente a la audiencia un día antes de que se diera a conocer la sentencia. En su alocución se permitió calificar el plan de exterminio que lideró como una "guerra antisubversiva", se declaró "preso político" víctima del "terrorismo judicial" y aseguró que la "guerra interna" de aquellos años prevalece hoy en el ámbito "político". Y adujo, en referencia al actual Gobierno, que "los enemigos de ayer están en el poder", y que desde este tratan de establecer un "régimen marxista".
Un hombre sin piedad
Videla fue el general que encabezó el golpe de Estado de 1976 junto con los ex militares Eduardo Emilio Massera y Orlando Agosti, ambos ya fallecidos. Tras derrocar al Gobierno de Isabel de Perón, Videla se puso al frente de lo que se denominó Proceso de Reorganización Nacional, tres palabras que escondían, en realidad, un proyecto salvaje de represión que él dirigió con mano de hierro hasta 1981.
Fue un hombre sin piedad, el mismo que, sin inmutarse, afirmó en 1977 durante una rueda de prensa: "Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos". Nunca se arrepintió de aquellos años de terror, aunque sí ha reconocido que hubo "crueldad" durante el régimen.
Ni siquiera fue capaz de sentir compasión por los suyos. Una parte de su vida personal, que el ex dictador siempre trató de ocultar, tiene que ver uno de sus siete hijos, Alejandro, que fue diagnosticado desde muy joven como "oligofrénico profundo y epiléptico". El muchacho fue recluido en una residencia psiquiátrica de fama siniestra y murió poco tiempo después en aquel centro.
Aparato represor nocturno
Mientras, en su vida pública Videla seguía al mando de la Junta Militar: de día todo funcionaba con aparente orden y disciplina, y por la noche despertaba un aparato represor implacable integrado por las fuerzas de tareas, encargadas de secuestrar y torturar a los opositores políticos, y por los vuelos de la muerte, con los que los militares hicieron desaparecer en el Río de la Plata los cuerpos de sus víctimas.
Sólo la decisión de un magistrado de anular el indulto del que se había beneficiado, ratificada después por la Corte Suprema de Justicia, abrió en 2010 el camino para que pudiera ser juzgado de nuevo por crímenes que no prescriben: los delitos de lesa humanidad.
La sentencia en el caso Videla coincidió precisamente con el día en que entró en vigor tras una década de negociaciones, la Convención Internacional para la Protección contra las Desapariciones Forzadas de las Naciones Unidas, firmada por 87 países y ratificada por 21 de ellos. "La desaparición forzada representa una de las violaciones de los derechos humanos más seria y constituye un crimen contra la humanidad si se comete sistemáticamente", recordó la Federación Internacional de Derechos Humanos.
Tanto Videla como Menéndez tienen todavía algunos procesos pendientes en su contra que proseguirán el año que viene. También Alemania lo reclama por el asesinato de un joven oriundo de ese país durante la dictadura, pero Videla no será extraditado. Encarcelado desde 2008, terminará sus días en una prisión bonaerense por haber escrito de su puño y letra una de los capítulos más sangrientos y atroces de la historia argentina.
* Artículo aparecido el 22-12-2010 en el diario español Público.
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