América Latina se volcó con relativo
entusiasmo en la convocatoria indignada que ha resonado en el resto
del planeta, y en todos los países de la región, desde México
hasta Argentina –con la excepción de Cuba–, se organizaron
manifestaciones que abarcaron más de 100 ciudades.
Atentos al éxito de la marcha mundial
que comenzaba en Asia y Oceanía y luego recorría Europa y algunos
lugares de África, los indignados latinoamericanos esperaron unas
horas hasta hacer suyo el reclamo global. Sólo en Brasil se
celebraron eventos en unas 45 poblaciones. Los argentinos prepararon
a su vez una decena de eventos por todo el país. Ciudades como
Córdoba, La Plata, Mar del Plata, Mendoza, Neuquén, Rosario, San
Miguel de Tucumán y San Salvador de Jujuy se sumaron a las
protestas. Buenos Aires, por su parte, preparó una gran marcha que
fue desde el Congreso hasta la Casa Rosada, el palacio de Gobierno, y
que reunió a centenares de personas.
Los indignados en Argentina, que
acamparon durante más tres meses frente a la embajada de España
hasta que fueron expulsados por el Gobierno de la ciudad de Buenos
Aires, forman uno de los movimientos más activos del continente.
Comenzaron a reunirse desde mayo en solidaridad con los indignados de
la Puerta del Sol, pero después la plataforma cobró fuerza propia,
supo incorporar algunas demandas locales, y desde entonces un grupo
de jóvenes se ha coordinado en comisiones y asambleas permanentes.
También Uruguay, Paraguay, Chile,
Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela se adhirieron a las marchas, aunque al menos una, la de Bogotá, no tuvo apenas asistencia.
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