Represión, manifestaciones, violencia. Todo esto no es sólo prerrogativa de Siria o Egipto. También sucede en Yemen, un país situado al sur de la península de Arabia. El pasado 23 de noviembre, el presidente Ali Abdullah Saleh firmó el
plan de las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), un organismo
integrado por Arabia Saudí, Omán, Catar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y
Baréin. Con este documento, el mandatario decidió cumplir algo que había prometido en tres ocasiones tiempo atrás: reconoció finalmente que dimitiría, pero eso sí, a cambio de garantizarse la
inmunidad tanto para él como para su familia. Desde entonces, el presidente saliente cuenta con un mes para formalizar su renuncia y traspasar el poder a
su vicepresidente Abdrabuh Mansur Hadi, que tiene dos meses más para
convocar elecciones presidenciales. Hasta que se elija un nuevo presidente,
Saleh será presidente honorario.
Saleh, de 69 años, es el presidente que más tiempo ha estado en el poder en Yemen. Exactamente
desde 1978, aunque desde los últimos ocho meses las protestas para
pedir que renunciara como presidente han sido constantes, y del mismo
modo, igual de implacable ha sido la represión.
Saleh arrastra un pasado militar desde joven, cuando se unió a las Fuerzas Armadas de Yemen.
En 1962 fue partícipe del golpe de Estado que tiró abajo el reinado de
Zaydi, presente desde 1918, y durante ocho años sumergió al país en lo
que se llamó la guerra civil de Yemen del Norte, que por entonces estaba
separado del sur.
Si se tiene en cuenta que sus predecesores no aguantaron mucho en el cargo
-dos porque fueron asesinados, y otros dos porque marcharon al exilio
tras sendos golpes de Estado-puede decirse que Saleh se consideró
afortunado durante sus 33 años al frente del Ejecutivo.
Su éxito consistió en parte en rodearse de sus familiares,
sobre todo sus hermanos, a la hora de designar puestos claves en las
Fuerzas Armadas y en cargos de seguridad. Su hijo Ahmed, por ejemplo,
dirige la Guardia Republicana, que ha enfrentado sus tropas contra las
opositoras dirigidas por el jefe tribal Sheikh Sadiq al-Ahmar.
Desde 1978 hasta 1990 era presidente solo de Yemen Norte,
que estaba dividido del sur comunista. En 1999 se celebraron elecciones
presidenciales, y Saleh venció por casi el 97% de los votos frente a un
solo candidato. Las denuncias por fraude se repitieron siete años más
tarde, en las últimas elecciones que volvió a ganar Saleh.
El presidente también pudo tener bajo control los movimientos separatistas del sur, que consideraban que el Gobierno hacía un reparto desfavorable de los recursos con respecto al Norte (en 1994 hubo un conato de guerra civil).
Saleh recibió hasta ahora el apoyo de Estados Unidos para combatir a los grupos de Al Qaeda, aunque esta batalla no parece avanzar hacia algún lado. A cambio, el presidente le cedió a Estados Unidos el espacio aéreo.
Yemen, con 23 millones de habitantes es el segundo lugar del planeta con más armas per capita -15
millones, 61 por cada 100 habitantes-, sólo por detrás de Estados
Unidos. Yemen es también el país árabe más pobre del mundo, con el 43% de la población viviendo con menos de dos dólares al día,
a lo que se suma el agotamiento paulatino de sus recursos energéticos e
hídricos, y el incremento de los precios de los alimentos y del
combustible.
Sin petróleo, y sin tener a Israel en sus fronteras, así se explica que la revolución en este país haya suscitado poca atención internacional.
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