viernes, 25 de noviembre de 2011

Fallece en Argentina un emblema feroz de la dictadura


Antonio Bussi es uno de los nombres propios de la dictadura argentina (1976-1983) por la extensa estela de horror que dejó a su paso. Este jueves falleció a los 85 años. Estaba condenado a cadena perpetua, pero por el deterioro de su salud tenía concedida la prisión domiciliaria, además de haber sido eximido en otros procesos. No fueron estos sus únicos privilegios.

Bussi pasará a la historia por ser el único alto cargo de la dictadura que al mismo tiempo se sirvió de la democracia para seguir gobernando en la provincia de Tucumán (noroeste del país). Se le atribuyen más de 1.000 desapariciones de las 30.000 que dejó el régimen, al crear y dirigir él mismo unos 30 centros clandestinos en la región que gobernaba. Fue detenido finalmente en 2003, y sentenciado por un solo homicidio cinco años más tarde.

“Se llevó sus secretos a la tumba”, ha reconocido la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Pero lo que ya se sabe de él hace enmudecer: ordenó torturas y ejecuciones que luego ultimaba él mismo con sus manos; ante la llegada del dictador Jorge Videla a Tucumán, expulsó a mendigos que deambulaban por las calles y los exilió en un desierto de la vecina provincia de Catamarca. Uno de sus pocos gestos de humanidad fue delante de la televisión, cuando en el marco de una investigación del juez Baltasar Garzón, lloró tras ser acusado por la prensa de tener una cuenta en Suiza.

También pareció conmoverse en el juicio que lo condenó a perpetua, pero no para arrepentirse. Convencido de la necesidad de sus crímenes, Bussi no forma parte de ese 10% de represores (235 en total) que en Argentina ha recibido una pena acorde a los delitos de lesa humanidad que perpetró.



* Artículo aparecido el 25 de noviembre de 2011 en el diario español Público.

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