martes, 7 de julio de 2009

“El WaterGate fue un juego de niños frente a lo que sucede hoy en Colombia”*

Hollman Morris es uno de los periodistas más premiados del mundo, aunque el Gobierno de su país, Colombia, no le tiene tanto aprecio. El presidente Álvaro Uribe le ha acusado de connivencia con el terrorismo, ha sufrido además persecuciones y amenazas, pero aún así Morris no ha cejado en su empeño de retratar el conflicto colombiano viajando a las zonas más recónditas de su país. Estos días ha estado en Argentina para explicar cómo un periodista, bajo la mira de un Estado intimidante, es capaz de seguir adelante con su profesión y su vida.

Han comenzado a emitir en The History Channel una serie de documentales bajo el título A tiempo Real. ¿En qué consisten?

Hemos iniciado este proyecto con cinco programas con el fin de descubrir los fenómenos políticos y sociales que atraviesan la vida de millones de latinoamericanos. El primero trata sobre la Colombia de las FARC; otro tiene que ver con Perú, otro con el drama de los desaparecidos, uno más con el movimiento zapatista, y el último es sobre narcotráfico, porque América Latina tiene que cambiar el paradigma y el tratamiento del tema de las drogas. Se trata un poco de ver América Latina con ojos latinoamericanos.

Alguna vez ha comentado que la realidad tiene tres tiempos. ¿Qué significa eso?
Que la realidad tiene un tiempo que es pluritemporal, es decir: que tiene un pasado, un presente y un futuro. En este caso Tiempo Real apuesta por analizar los hechos que ahora están transformando la sociedad sumergiéndose en el pasado –en la historia–, contemplando el presente, y viendo sus repercusiones en el futuro.

¿Cómo trabaja con las comunidades que visita?

Nosotros hacemos un periodismo que insiste en ir a las regiones, en convivir con las comunidades donde transcurre la guerra, la vida, con esperanzas o tristezas. Nosotros nos acercamos a esas comunidades ante todo con mucho respeto, convencidos de que estas personas, que son víctimas en algunos casos, también son sujetos de derechos, de dignidad, de sueños y de esperanza.

¿Cuáles son los problemas estructurales que sufre Colombia?

Son muchos, pero en el momento de esta entrevista yo quiero hacer énfasis en denunciar un caso. Nosotros estamos llamando la atención de la comunidad internacional para denunciar que la policía secreta colombiana, conocida como el DAS –Departamento Administrativo de Seguridad–, interceptó desde el año 2004 e hizo seguimientos de manera ilegal a magistrados, jueces, defensores de derechos humanos, periodistas, líderes de la oposición y sindicalistas. Lo que vemos hoy es que el WaterGate, que llegó a tumbar a Nixon, es un juego de niños frente a lo que estamos descubriendo en Colombia. No tenemos cómo confirmarlo, pero tampoco tenemos cómo no sospechar de que llegaron incluso a amenazar y a cometer homicidios.

¿Qué indicios tienen de que así haya sucedido?
La Fiscalía General de Colombia lo ha denunciado. Hizo un allanamiento a las instalaciones de la policía secreta y se dio cuenta de este tipo de interceptaciones ilegales. El mismo Fiscal General, Mario Iguarán, denunció la situación y dijo que esto olía muy mal. Que el escándalo era terrible por el tamaño y la dimensión de los seguimientos y las interceptaciones ilegales.

¿Qué capacidad de respuesta tiene ante esto el sistema judicial colombiano?
La Fiscalía General está investigando. Sectores de la sociedad colombiana están pidiendo que se diga quién desde el Estado, desde el Gobierno de Álvaro Uribe, ordenó este tipo de interceptaciones ilegales que han puesto en peligro nuestra vida, la vida de muchas personas en Colombia.

¿Cómo se explica la alta popularidad del presidente Uribe?

Es verdad que es así. Pero nos llama la atención cómo diferentes medios de comunicación no le han dado trascendencia a esta práctica de las interceptaciones ilegales. No se trata, por ejemplo, el tema de que haya cuarenta congresistas de la coalición de Gobierno en la cárcel por sus vínculos con los grupos paramilitares. Pero yo también creo que, concretamente en España, sólo quieren ver los negocios que pueden hacer con Colombia, y obviamente eso hace que no presenten este tipo de actuaciones del Gobierno colombiano.

¿En qué consiste la desmovilización de los paramilitares?

Se ha llevado a cabo un proceso supuestamente de paz con los grupos paramilitares, pero hoy nos estamos dando cuenta de que parece más un proceso de impunidad hacia las personas que financiaron y promovieron el proyecto paramilitar en Colombia.
Hay algunos paramilitares detenidos. La cabezas de los grupos paramilitares, como el señor Salvatore Mancuso o el señor ‘Jorge 40’, fueron los instrumentos, las cabezas visibles de una máquina de muerte que es el paramilitarismo. Pero lo que ahora quiere conocer la sociedad colombiana es quiénes fueron los empresarios que financiaron a los grupos paramilitares. Queremos saber también quiénes son los políticos que hicieron alianzas con ellos. Ése es el llamado que estamos haciendo.

Las FARC es una de las guerrillas más antiguas de América Latina. ¿Cuál es hoy su legitimidad?

Los actores armados irregulares de Colombia pierden cada día más legitimidad. En el caso concreto de las FARC, creo que han hecho todo lo posible para que ciertos sectores de la sociedad no los quieran, para que los detesten. La práctica del secuestro ha llevado a que buena parte de la sociedad colombiana no quiera a las FARC. Lo mismo sucede con las extorsiones.
Hoy la sociedad colombiana está pidiendo la negociación del conflicto, está pidiendo la paz. Estamos diciendo que la guerra le ha dañado el corazón a todos los actores armados en Colombia, inclusive a las mismas fuerzas armadas.

¿Qué son los falsos positivos?

Los falsos positivos son una práctica horrorosa y abominable que ha llevado a cabo el Ejército colombiano en los últimos años. Se cuentan hasta este momento alrededor de unos mil asesinatos de jóvenes indefensos, campesinos, humildes en su mayoría, que eran sacados de sus casas, o eran engañados y terminaban siendo asesinados. Luego se les presentaban a los medios de comunicación como si fueran guerrilleros caídos en combate. A cambio de eso, oficiales del Ejército recibían condecoraciones y premios en dinero.

Todo esto viene motivado por una política de seguridad que le exigía y le exige resultados a las fuerzas militares colombianas a como dé lugar. No importa cómo, ni cuándo, ni si se violan o no derechos humanos. Por eso estamos diciendo que la Política de Seguridad Democrática ni es segura ni es democrática. Está acabando con las bases de la democracia en Colombia.

¿Qué protagonismo tienen los movimientos sociales como fuerza de presión y de protesta?

En Colombia estamos viendo que hoy surge el movimiento indígena con una voz propia en el panorama nacional, con autenticidad, con dignidad, con mucha moral. Los indígenas le han dado lecciones de movilización a la sociedad colombiana. Están pidiendo respeto para su gente, respeto para la tierra, pero también están haciendo exigencias que le competen a cualquier ciudadano, indígena o no. Por ejemplo, están pidiendo la paz, la negociación del conflicto, están reclamando una Colombia mucho más incluyente que la que tenemos hoy.

Colombia recibe mucha ayuda de Estados Unidos para combatir el narcotráfico. ¿Qué tanto de efectiva es esa política?

La Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, acaba de reconocer que la guerra contra las drogas es un fracaso tal y como la planteó su país, es decir, como un combate exclusivamente militar que dejaba de lado el tema social.
Ahora se está considerando una salida mucho más social –el mismo Gobierno de Obama lo ha dicho– , una inversión social en las zonas donde se lleva a cabo el cultivo de la hoja de coca. Pero también diferentes ex presidentes latinoamericanos, como el colombiano César Gaviria, el brasileño Fernando Cardoso o el mexicano Ernesto Cedillo, están diciendo que llegó la hora de cambiar el paradigma en el asunto de las drogas. Y esto tiene que ver con que exploremos, con que tengamos una discusión pausada y tranquila de cara a la comunidad internacional sobre las ventajas o no de la legalización de las drogas.

¿Qué soluciones reales hay al conflicto colombiano?

Yo soy un hombre que siempre ha creído en la negociación de los conflictos. Creo que el conflicto armado en Colombia pasa por una mesa de negociación en donde tienen que estar no solamente la guerrilla y el Gobierno, sino también las fuerzas vivas de la sociedad. Si nosotros dejamos que una negociación sea exclusivamente entre un Gobierno y un grupo armado, al día siguiente tendremos una nueva guerrilla. Porque de lo que se trata es de atacar y acabar con los problemas estructurales de fondo que pueden dar origen a cualquier delincuencia o a cualquier actor armado ilegal.

* Entrevista realizada en Buenos Aires y publicada en la revista española El Siglo
Fotos tomadas durante una conferencia que dio en la capital argentina.

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