
“Las cartas están echadas, hemos cumplido con nuestro deber,
ahora podemos ir a dormir con la conciencia tranquila”, proclamó este jueves el
radical Ricardo Alfonsín sin creer en las encuestas que ya no le colocan el
segundo en intención de voto. “En caso de no ganar vamos a seguir siendo la
principal fuerza de oposición de la Argentina”, aseguró.
En un auditorio lleno de jóvenes en Buenos Aires, Alfonsín
señaló que los radicales “ya sabemos lo que es tener la sensación de predicar
en el desierto”. Tras una campaña electoral que ha suscitado escaso interés, el
radical afirmó: “No se preocupen, ya nos van a comprender”.
Discreto y sobrio se presentó Hermes Binner, el gobernador
socialista de la provincia de Santa Fe que podría superar a Alfonsín y
convertirse en el segundo candidato más votado en estas elecciones. Sin embargo
el postulante obtendría poco más del 12% de los sufragios, frente a más del 50%
que las encuestas le otorgan a la presidenta.
Ante unas 5.000 personas, Binner cerró su campaña electoral
en Rosario, una ciudad que le conoce bien por haberle tenido de alcalde durante
ocho años. Para él, está claro lo que se vota este domingo: o la profundización
del modelo kirchnerista, “más de lo mismo”, o el progresismo.
Con un desempeño electoral nada despreciable durante estos
últimos meses, Binner espera reducir la diferencia de más de 40 puntos
porcentuales que hoy le separan de Cristina Fernández, aunque se felicita por haber
sido capaz de proyectarse más allá de su provincia natal. “Sumamos más de dos
millones de votos [en las elecciones primarias del pasado 14 de agosto en todo
el país]. Por eso nos entusiasmamos y logramos seguir trabajando”, enfatizó.
Lejos de esta imagen se sitúa el expresidente Eduardo
Duhalde, un peronista disidente del kirchnerismo que ha tenido una actitud de
confrontación permanente con el Gobierno de Cristina Fernández, quizás por el
poco apoyo electoral que le auguran las estadísticas. “Estamos bailando
alegremente sobre el Titanic” advirtió. A la espera de una crisis que según él
golpeará a Argentina sin remedio, indicó fatalista ante sus dirigentes que “el miedo se instaló en todos los niveles” el país.
.
El que realizó el comentario más desacertado, como ya
prometía desde hacía rato, fue otro peronista disidente, el gobernador de San
Luis Alberto Rodríguez Saá, que durante un acto que celebró en un barrio de
Buenos Aires comparó a Cristina Fernández con el asesinado dictador Muamar
Gadafi y con el presidente venezolano Hugo Chávez, “toda esta gente que
practica el fundamentalismo”, lanzó.
Algo más comedida apareció la dirigente Elisa Carrió, de
Coalición Cívica, en un encuentro que sostuvo en un hotel con representantes de
su alianza. “Yo invito a todo el pueblo a vivir en la verdad”, señaló. “Pero es
mi último llamado a esta nación a vivir en la verdad ". La candidata
deslizaba así la posibilidad de que ésta sea la última vez que se presenta a
unas elecciones presidenciales.
Jorge Altamira, el candidato por el Frente de Izquierda que
pudo postularse a estas elecciones tras un inesperado éxito en las primarias,
señaló por su parte que su alianza es la elegida por "los electores
menores de 30 años, de menores ingresos y por una parte de la clase
media".
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