sábado, 24 de octubre de 2015

Scioli, el delfín de Cristina Fernández de Kirchner

BUENOS AIRES.- El gobernador de la provincia de Buenos Aires, candidato a presidente por la coalición oficialista del Frente para la Victoria (FpV), será el candidato más votado en las elecciones presidenciales que se celebran este domingo en Argentina. Pero si no consigue el 45 % de los sufragios, o no supera el 40 % con una distancia de diez puntos sobre su rival más próximo, deberá afrontar una segunda vuelta en noviembre.

Sus contrincantes principales son el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el conservador Mauricio Macri, quien espera aglutinar todo el apoyo no peronista, y el exfuncionario kirchnerista Sergio Massa, hoy disidente, que figura tercero en intención de voto y pelea por el respaldo de los indecisos y por el de aquellos desencantados con la elección de Scioli como representante del Gobierno.


El  candidato Scioli durante un mitin en Quilmes. REUTERS
Scioli, de campaña (Reuters)
Scioli es apoyado, en todo caso, por el grueso del peronismo que respalda a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Eso le permite tener detrás una estructura política muy importante con representación y con despliegue político en todo el territorio”, analiza para Público el periodista Pablo Ibáñez, coautor junto a Walter Schmidt del libro “Scioli Secreto”.

El gobernador puede convertirse en el primer presidente democrático no político, a juicio del escritor. “La historia argentina está plagada de políticos profesionales porque antes de ocupar la presidencia hicieron de la política su carrera y medio de vida. Scioli llega a la política cuando tiene 40 años. Antes no había militado, ni había tenido participación política”, indica.

Hasta entonces, Scioli era conocido por ser piloto de motonáutica. En 1989, un accidente con su lancha durante una carrera en el delta del Río Paraná le costó su brazo derecho. Su relación con la modelo Karina Rabollini, que ahora aspira a ser primera dama, también le otorgó cierta notoriedad.

“Esas particularidades le dieron un rasgo distintivo”, analiza Ibáñez. “Más allá de que es un profesional del negocio de la política, no es un político convencional. Es muy metódico con su imagen y con el manejo del discurso, muy cauteloso con sus palabras. Ha hecho una especie de religión sobre el no confrontar y evitar las posiciones extremas”.

El padre de Scioli, José Osvaldo, era además parte de una empresa que manejaba el canal 9, uno de los más importantes del país. “Así adquirió una dinámica en su relación con los medios”, puntualiza el escritor.

Con un perfil abiertamente competitivo como el que cultivó con el deporte, Scioli no tuvo dudas de sus aspiraciones cuando entró en política. El más alto cargo al que podía optar era al de presidente, y a ello se abocó sin negarlo nunca.

En 2013, cuando el oficialismo proponía un cambio en la Constitución que habilitara a la presidenta a un tercer mandato, el gobernador admitía sin rodeos que él también aspiraba a ese puesto.

Fue uno de los momentos más tensos de cuantos marcaron la relación entre la mandataria y el político.

Scioli, sin “ismos”

El candidato por Frente para la Victoria, Scioli, y su esposa en un mitin de cierre de campaña en Buenos Aires. REUTERS
Scioli, con Rabollini (Reuters)
Argentina tiene un sistema presidencialista, por lo que es usual que los políticos del peronismo se apoyen en una estructura política propia. Ejemplo de ello fue el menemismo, o el kirchnerismo. No es el caso de Scioli. No hay ningún diputado nacional, de los casi de los 130 que tiene el FpV, que responda al gobernador.

En cambio, el candidato se ha acostumbrado a cohabitar con otros presidentes. Lo hizo con Carlos Menem (1989-1999), con el que fue diputado; con Eduardo Duhalde (2002-2003), del que fue secretario de Turismo, y luego de Deportes; y con Néstor Kircher (2003-2007), que eligió a Scioli como su vicepresidente.

Con el Gobierno de Cristina Fernández, el político pasó a ser gobernador de la provincia más importante del país. Es pública, no obstante, la relación conflictiva entre Scioli y la mandataria. “Se llevan como dos dirigentes políticos que forman parte del mismo espacio, donde una es la jefa, y el otro quiere ser el jefe”, confirma el periodista. “No hay una relación de aprecio, no son amigos, y hay cierta competitividad porque son especies completamente distintas”.

Cristina es más ideológica, con pretensiones intelectuales más definidas, a juicio de Ibáñez, mientras que Scioli se caracteriza por ser más llano, más liviano ideológicamente. Más pragmático. “Nunca tuvieron una relación cordial, y nunca existió por parte de Cristina hacia Scioli una relación de respeto político”, añade.

Más allá de Cristina

¿Qué pasará entonces si Scioli es el próximo presidente? Si es consecuente con su forma de actuar hasta ahora, el gobernador tenderá a la conciliación, a la espera de que la futura expresidenta tome distancia para permitir que él pueda emerger como máxima autoridad del país. Al fin y al cabo, ambos son parte del mismo partido.

Es de prever que Scioli encabece un programa de Gobierno no muy distinto del de Cristina Fernández, con algunos cambios de forma en cuanto a las relaciones internacionales del país y con una mayor atención al mercado internacional de capitales, “si bien Cristina y Scioli son completamente antagónicos, y el mismo plan aplicado por personajes así puede convertir los matices en cuestiones de fondo”, advierte Ibáñez.

Mientras tanto, Scioli se ha encargado de mostrar cierta independencia del kirchnerismo al anunciar quiénes integrarían su eventual gabinete. La gran mayoría ocupa en el Gobierno de la provincia de Buenos Aires los cargos prometidos a nivel nacional. Son menos los kirchneristas ideológicos. “Para el gran mercado se verán como kirchneristas, pero en la lectura final del proceso son más episódicos, no de sangre”, juzga el autor.

Con esta manera de actuar ha escalado Scioli los peldaños del poder. No serán sus palabras, sino sus elecciones, las que marcarán su eventual presidencia, la cual coronaría con un eclecticismo apaciguador que le permita contener a unos y gobernar a todos.


 * Artículo aparecido el 24 de octubre de 2015 en el diario español Público.

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