lunes, 9 de febrero de 2009

El emperador de Italia

La última palabra en Italia no la tiene el Tribunal Supremo, sino Berlusconi. El primer ministro italiano ha resquebrajado el Estado de derecho, es decir, un Estado sometido al derecho, con la consabida separación de poderes.

Acostumbrado a golpe de decreto a escabullirse de la justicia, ha decidido burlar la sentencia del Tribunal Supremo en el caso de Eluana Englaro, la mujer de 38 años que lleva 17 en estado vegetativo. El Tribunal autorizó la suspensión de la alimentación e hidratación artificial –ya efectiva desde este sábado– que hasta ahora la ha mantenido con vida, pero desde entonces Berlusconi ha emprendido una carrera contra reloj para evitarlo, y por ello ha puesto contra las cuerdas a todos los poderes del Estado.

Empezó con un decreto ley de urgencia que aprobó de forma unánime un Consejo de Ministros coaccionado, según algunos medios de comunicación italianos, puesto que Berlusconi amenazó con cesar a todos los que se abstuvieran. La máxima autoridad del Estado, el presidente Giorgio Napolitano, ya había advertido en una nota al Consejo que se negaría a firmar el decreto ley por considerarlo inconstitucional. “Según la Constitución, una actuación de urgencia no puede ser emitida en oposición a una sentencia judicial dictada”, alegó.

Berlusconi ha abierto entonces una segunda vía, que consiste en hacer que el Parlamento apruebe en un máximo de tres días una ley que “obligará a alimentar e hidratar a las personas que no puedan valerse por sí mismas”. De nuevo convocó al Consejo de Ministros, y así, a última hora del viernes, éste aprobaba el proyecto de ley. En esta ocasión, el jefe de Estado, Giorgio Napolitano, sí ha dado su autorización para que prosiga su trámite. El presidente del Senado, Renato Schifani, con el fin de agilizar el proceso, ya ha anticipado la reunión de la Cámara para este lunes.

El primer ministro, por lo pronto, no sólo ha sabido esquivar el rechazo de presidente Napolitano al decreto ley, sino que también ha arremetido contra la Constitución italiana, sobre la que, por cierto, ha jurado en tres ocasiones –en 1991, en 2001 y en 2008, cuando se celebraba su 60º aniversario. Como si fuera un motivo para despreciarla, en estos días ha vuelto a decir que los valores de la Constitución apuntan “hacia la Unión Soviética”.

El problema concreto que en realidad tiene Berlusconi con la Constitución proviene de que ésta garantice a cualquier persona la posibilidad de rechazar un tratamiento médico aunque su falta le pueda acarrear la muerte. No importa que el padre y algunos amigos de Eluana declaren que ella, antes del accidente que la dejó en coma, había manifestado varias veces que prefería morir a vivir conectada “a una máquina”. Berlusconi se ha dirigido al padre a través de la prensa para espetarle que a él no le supone ningún gasto económico mantenerla enchufada, y que en cualquier caso, todo lo hacen las monjas que la cuidan.

Así ha contestado el primer ministro a la sugerencia de Beppino Englaro, que había propuesto tanto a Berlusconi como a Giorgio Napolitano que visitaran y vieran cómo está su hija. Algo que ya expresó de forma diversa uno de los médicos de Eluana, que se mostró impresionado al encontrarse con una persona que no tiene nada que ver con las fotografías que continuamente salen en televisión y en los periódicos.

El Estado del Vaticano ha procurado servir de eco en toda esta situación, y ha mostrado con alboroto su apoyo al Gobierno italiano. Parece que queda en el olvido cómo el papa Juan Pablo II renunció a un nuevo ingreso hospitalario pocos días antes de morir, y cómo en su encíclica Evangelium Vitae rechaza los mecanismos que“ procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia”.

Se habla mucho de eutanasia a partir del caso Englara, de modo que Berlusconi acusó incluso al presidente Giorgio Napolitano de abrir el camino a la eutanasia en la carta que hizo llegar al Consejo de Ministros. Sería interesante incorporar un nuevo vocablo dentro de tanta discusión y comenzar a nombrar la palabra distanasia en el caso de Englaro, es decir, la aplicación de un tratamiento desproporcionado que prolonga la agonía del enfermo. Se llama también “encarnecimiento terapéutico”, pero será difícil de oír en los labios del que se ha impuesto como el último caudillo de Italia.

2 comentarios:

  1. esta muy malo pero muy malo esque yo busco algo y me da otra cosa que mal chaval..

    ResponderEliminar

ANÁLISIS - Milei exige disciplinamiento en el intento de apuntalar su liderazgo en Argentina

 "Hay que poner a los propios, que a veces son amigos, conocidos, que están con la ideología adecuada, que te dan la confianza necesar...