Pues no. La información la copan la ONU, la Unión Europea, Estados Unidos y el G-8, que ya sabemos que están ahí, y para lo que sirven. Su incidencia en cualquiera de los acontecimientos de las últimas semanas es superfluo, casi declamatorio, un recital de frases expelidas con un único propósito: ocupar un titular, y ser parte importante de cuanto acontezca, así tengan que retirar su cariño y apoyo a “grandes amigos” que de repente han pasado a ser dictadores ante su inminente caída, o así tengan que quedar en el ridículo matizando un teórico entusiasmo por la asumida defenestración de Muammar Gadafi que luego no pasa por tal.
Luego están los pequeños gestos del día a día, como los de la UE, que ha decidido respaldar institucionalmente (otro tipo de respaldo no había) al recién creado Consejo Nacional de Transición, de los sublevados como “interlocutor político” –veremos en cuánto tiempo cambian de opinión–, o los de la ONU, que como supuesto garante de la legalidad internacional no hace mucho, pero a la hora de hablar, habla, y condena todo lo que haya que condenar. “La matanza de personas inocentes desarmadas es un crimen contra la humanidad”, dice el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, sobre la matanza de civiles en Libia. “Los perpetradores deben ser llevados ante la justicia”. “Hágase”, faltaría añadir.
Los hay quienes se conforman con la resolución aprobada por el Consejo de Seguridad el 27 de febrero, que establece una serie de sanciones contra el Gobierno de Gadafi –misma postura ha adoptado Estados Unidos y la Unión Europea–, pero mientras tanto, la institución que más clamaba por instaurar una opinión propia, que apoyaba los intereses del Sur frente a los del Norte, que rechazaba la tendencia del pensamiento único , es decir, la Unasur, parece que no tiene en estas semanas voz propia para instaurarse con independencia y carácter en los foros internacionales.
Con la tragedia en Japón, apenas enviaron una humilde resolución al Gobierno del primer ministro japonés, Naoto Kan, para ofrecer "el apoyo que los países de Unasur puedan entregar a Japón, según la demanda que el propio gobierno del Japón pueda realizar”.
Y ahí queda todo. Ninguna otra declaración, ninguna opinión sobre las centrales nucleares (Brasil, Argentina y México tienen, cada uno, dos plantas en sus territorios), ningún debate sobre lo que ha sucedido en Egipto, en Túnez, en Bahrein, en Argelia o en Marruecos. Los cancilleres de la Unasur ni siquiera aprovecharon su encuentro del 11 de marzo para lanzar a su institución al ruedo internacional para convencer a la opinión pública de su pertinencia como organización relevante en los asuntos de peso que afectan al mundo. Sobre todo ellos, que son los que claman por la defensa de los más débiles, por el Sur excluido, por las regiones oprimidas. Hasta ahora, sólo han hecho gala de una prudencia diplomática que los ha dejado en el más silencioso olvido.
Que se puede esperar de politicos elegidos por pueblos sumidos en la ignorancia, de pueblos de gente hambienta, sin capacidad de emitir opinion propia por temor a ser enviados a la carcel o a la ignominia de no tener derecho a un trabajo. Seria una utopia que esos mandamases de las instituciones de terciopelo que levantan para colocar a sus lacayos que los elegen para perpetuar el sistema, tuvieran la generosidad de tener una vision reflexiva y justa de las desgracias que viven los pueblos que desean justificia, trabajo, derechos a la educacion. Si los pueblos fueran educados, otro gallo cantaria y esos zanganos y parasitos que ocupan sillones de honor, estarian trabajando con el sudor de su frente.
ResponderEliminarMarina Alcazar
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