domingo, 1 de mayo de 2011

Ernesto Sábato se queda a oscuras

“¿Qué se puede hacer en
80 años? Probablemente,
empezar a darse cuenta
de cómo habría que vivir y
cuáles son las tres o cuatro
cosas que valen la pena”
(Uno y el Universo)


Era uno de los escritores argentinos más significativos de la literatura universal, el único que quedaba vivo de entre los grandes que pasaron a la historia, como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Premio Cervantes en 1984, era además un gran defensor de los derechos humanos, un hombre sin miedo a enfrentarse a la última dictadura de su país (1976-1983). Ayer, a las afueras de Buenos Aires, falleció a los 99 años Ernesto Sábato, una figura excepcional en el arte y en la política, que será siempre recordado por su riqueza espiritual y por su generosidad humana.

Precisamente hoy iba a ser homenajeado en la Feria Internacional de Libro de Buenos Aires en vísperas del que iba a ser su centenario, el 24 de junio. Pero a las 00:40 del sábado, Sábato murió en su casa, en la tranquilidad más absoluta, la misma calma en la que se había refugiado hace ya cuatro años, cuando se retiró de la vida pública.

"Hace como quince días tuvo una bronquitis y a la edad de él esto es terrible", explicaba ayer su compañera y asistente Elvira González Fraga. "Estaba sufriendo hace tiempo, la bronquitis complicaba su respiración. Pero todavía pasaba algunos momentos buenos, principalmente cuando escuchaba música", relató.
Un final doloroso

González Fraga, al frente de la Fundación Ernesto Sábato, admitió que su compañero "ya venía sufriendo desde hace tres años y era doloroso de ver". La persona más cercana al gran escritor en los últimos años también quiso destacar el compromiso del literato "con la gente, su amor por su tierra y su pasión por crear".

Su muerte ha dejado un vacío en Argentina. El canciller argentino Héctor Timerman se confesaba apenado por la muerte del escritor, pero a la vez indicaba que al menos quedarían "sus libros y el recuerdo de un hombre apasionado por su país". Por su parte, el ministro de Cultura de Buenos Aires, Hernán Lombardi, añadía que Sábato fue "un hombre justo y valiente y un gran escritor".

Su hijo, Mario Sábato, autor de un documental que narra la vida de su progenitor, anunciaba hace unos días que el día de su 100 cumpleaños abriría un museo en la casa de su padre, ubicada en la localidad bonaerense de Santos Lugares. Era una manera de darle vida al escritor, que desde hace tiempo ya no salía de casa. Al cuidado de enfermeras, apenas podía hablar y por la ceguera que sufría desde hace algunos años, había dejado de leer y escribir, pero procuraba entretenerse con la pintura.

Poco se sabe de sus obras pictóricas, porque como el mismo Sábato reconoció, su "espíritu autodestructivo" lo llevó a destruir gran parte de ellas. Lo mismo sucedió con su literatura: "Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana", decía.

Alabado por Camus

Curioso por naturaleza, Sábato fue novelista, ensayista, físico y pintor. Procedente de una familia de origen calabrés, en 1948 publicó su primera novela, El túnel, que dejó "maravillado" al novelista francés Albert Camus. Esta obra formaría después parte de una trilogía, junto con otras dos novelas excepcionales: Sobre héroes y tumbas, publicada en 1961 y considerada por algunos como la mejor novela argentina de todos los tiempos; y Abbadón el exterminador, escrita en 1974 y premiada en Francia, donde Sábato fue nombrado Caballero de las Artes y las Letras.

Diez años más tarde recibió el premio Cervantes, convirtiéndose así en el segundo escritor argentino, por detrás de Borges, en recibir este galardón reservado sólo a los grandes de la literatura hispana. También fue homenajeado con la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid y la SGAE lo propuso como candidato al premio Nobel en 2007, pero en Argentina se recuerda sobre todo el III Congreso de la Lengua celebrado en Rosario (provincia de Santa Fe) en 2004, cuando ante un auditorio que lo ovacionaba, Sábato no pudo contener las lágrimas.

Esporádicos y conflictivos fueron los encuentros del escritor con Borges, que llegó a decir de Sábato: "Ha escrito poco, pero ese poco es tan vulgar que nos abruma como una obra copiosa". Su proyección internacional, reforzada en el año 2000 con su libro La Resistencia, y su fama como uno de los grandes exponentes de la literatura argentina, fue el resultado de un camino más bien tortuoso. En 1992, el escritor concedió una entrevista a la revista Newsweek y admitió que había estado a punto de suicidarse en dos ocasiones. "Me salvó el arte y por eso mi arte es trágico", confesó.

Pero su vida no se circunscribe sólo a las letras. Tras la llegada de la democracia, Ernesto Sábato dejó por un tiempo la literatura para presidir en 1984 la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep). De allí salió el informe Nunca Más, un estudio completo sobre las atrocidades que se cometieron durante la dictadura argentina y que fue decisivo en el juicio a la Juntas Militares de la dictadura que se celebró un año después.
Un informe polémico

Muy polémico fue su prólogo, en el que afirmaba que en la década de 1970, Argentina "fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como dela extrema izquierda", lo que se resumió en la "teoría de los dos demonios".

Organizaciones de derechos humanos lo criticaron con una furia que personificó Hebe de Bonafini, presidenta de Madres de Plaza de Mayo. "Nuestros hijos no eran demonios, eran revolucionarios", sostuvo De Bonafini durante el 30º aniversario del golpe de Estado en Argentina. "Lo que hizo Sábato es una porquería pero es su pensamiento". En una última burla al destino, Sábato se adelantó a todos los homenajes que pretendían celebrar su centenario y se murió 55 días antes sin necesidad de ningún reconocimiento.



* Artículo aparecido el 01-05-2010 en el diario español Público.

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