Jesús Núñez, codirector del IECAH y una de
las voces más respetadas en España de análisis internacional, explicó en esta entrevista a qué se juega Egipto con las elecciones presidenciales, y dónde
reside el verdadero poder
Jesús Núñez es codirector del Instituto Estudios
sobre Conflictos y Ayuda Humanitaria (IECAH). Como investigador y testigo
presencial de la caída de Ben Alí en Túnez y después de la de Hosni
Mubarak en Egipto, es una de las voces más calificadas para referirse a los
países del Magreb y Medio Oriente.
¿Por qué son importantes las elecciones presidenciales en Egipto?
A nivel
interno, porque se trata de consolidar un proceso que comenzó, tras caída del
dictador Hosni Mubarak, con unas elecciones legislativas que no acaban de
contentar a la población puesto que los
militares mantienen el poder. Ahora siguen estas elecciones presidenciales que
desembocarían en la elaboración de una nueva Constitución.
Egipto
trata de poner fin a un régimen y cambiar hacia otro que avance hacia la
democracia, pero no está claro que eso vaya a ocurrir. Las elecciones son
importantes para ver si Egipto se encamina hacia una sociedad abierta o los
militares siguen conservando el poder aunque no aparezcan en el escenario.
¿Qué significado tienen las
elecciones para el resto del mundo?
Egipto
es el líder de la Liga Árabe, que agrupa 22 países. Por tanto, lo que ocurra ahora
tiene repercusión más allá de las fronteras de Egipto, sobre todo en el resto
de países que también están en un proceso de movilizaciones hacia cambios de
régimen.
Desde el
punto de vista geopolítico, y eso nos interesa a todos, Egipto está en el Canal
de Suez. El tráfico marítimo en ese punto del planeta preocupa a todo el mundo,
porque buena parte de los suministros petrolíferos y gasísticos atraviesan esas
aguas.
Por
último, Israel tiene un acuerdo de paz con Egipto, y cabe preguntarse si el
nuevo régimen de Egipto va a mantener el acuerdo o lo replantea, lo que puede generar
procesos de inestabilidad en Oriente Medio.
¿Hasta qué punto el nuevo
presidente va a tener poder?
Ésa es
la gran duda. Yo soy bastante escéptico en relación al resultado de este
proceso. En contra de lo que muchos medios de comunicación y portavoces
gubernamentales nos han querido presentar –que la caída de Mubarak supone una
victoria de la sociedad egipcia y el inicio de un proceso que conduce a la
democracia—lo que realmente ha ocurrido es un golpe militar. El Ejército ha
tomado todo el poder en el país, ha desmantelado la Asamblea parlamentaria y ha
concentrado todo el poder económico y político.
Desde
que Egipto existe como Estado moderno, siempre ha habido generales al frente
del país: Mohammed Naguib en primera instancia, luego Abdul Nasser, después Anwar
al Sadat, y por último Mubarak, así que es difícil que vayan a querer renunciar
a privilegios enormes que tienen no sólo en términos políticos y sociales, sino
sobre todo en términos económicos.
Así que es difícil que se dé un
verdadero cambio.
Los
militares quieren seguir reinando, pero no gobernando. No parece que quieran
tener la gestión diaria de los asuntos públicos, pero sí quieren que el que se
encargue no cuestione los privilegios de la casta militar ni el status quo asentado
desde hace décadas.
¿Hay algún candidato que
cuestione el sistema vigente?
Ninguno
de los cuatro que más resuenan en estas elecciones es un candidato antisistema que
quiera romper seriamente con esa estructura. Dentro de ellas, Ahmed Shafiq parece
el candidato ideal supremo de Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, pero no
parece que vaya a recibir el apoyo votantes.
Además está Amro Musa, secretario general de
la Liga Árabe durante más de diez años, que también es visto como candidato del
régimen por ser ex canciller de Mubarak.
Lo mismo
ocurre con Mohammed Mursi, que es un candidato de segunda hornada, puesto que
el primer candidato de los Hermanos Musulmanes, Khairat al Shater, fue excluido
de la carrera presidencial. Mursi, como su relevo, es mucho menos carismático y
conocido por la opinión pública.
Los
Hermanos Musulmanes, el grupo más organizado el país, harán lo posible para que
Mursi tenga el mayor alcance posible, pero recordemos que también está Abul Futuh,
representante de los Hermanos musulmanes hasta hace un año, que cuenta ahora
con el apoyo de sectores muy distintos –jóvenes, salafistas y cierta burguesía.
Jugando
con todos esos candidatos, no parece que los militares estén inquietos de que
el juego se le pueda descontrolar y ellos se queden sin ser la referencia
última del país.
De celebrarse, ¿qué puede suceder
en la segunda vuelta?
Si hay
segunda vuelta, lo más previsible es que sean Amro Musa por un lado y Abul Futuh
por otro. Si Futuh queda como el único candidato cercano al islamismo político,
la hermandad no va a pedir el voto contra él, así que el voto islamista podría
fragmentarse en esta primera vuelta, pero unirse para la segunda.
Más allá
de esto, hay un Parlamento de perfil
islamista que no tiene poderes reales, anulado como está por los militares. El
presidente no sabrá además cuáles serán sus competencias, porque ésas las debe
indicar una Constitución que todavía no está elaborada. Así que ya se encargarán los militares de
hacerle entender a ese presidente cuál es su papel.
Los
islamistas de la hermandad han ido aceptado hasta ahora lo que los militares le
han dejado hacer. Tienen forma de entenderse entre ellos y de encontrar un
acomodo. En definitiva, los militares reinarían y los islamistas gobernarían”.
¿Cuáles son los privilegios del Ejército?
Cuando
uno pisa Egipto y ve una zona con farolas, edificios con ventanas y cristales
al lado de un área destartalada, puede asegurar que es una urbanización
militar. Los militares tienen sus propias ciudades, sus propias escuelas, sus
propios hospitales sólo para ellos. A ojos egipcios son una casta aparte.
En
términos económicos, el Ejército gestiona amplios sectores productivos, como carreteras,
canales de televisión, industrias de cemento, y hoteleras. Se estima que los
militares controlan hasta un 25-40% del PIB, según qué fuente se consulte. Eso los
convierte en un actor muy poderoso y muy interesado en no perder esos
privilegios.
¿Se ha producido una primavera
árabe en Egipto? ¿Ha liderado un proceso de revueltas en el mundo árabe?
No creo
que nadie haya liderado una primavera árabe. Más aún, no existe una primavera
árabe. Los medios de comunicación en general han buscado ese concepto de
primavera árabe, que es un concepto atractivo pero irreal. Basta con ver los
hechos. Hay 22 países árabes, y sólo han caído cuatro dictadores. Los otros 18
se mantienen.
En los
cuatro países donde han caído los cuatro dictadores, no ha habido ningún cambio
de régimen. Queda pendiente ese cambio de régimen –quizás Túnez vaya ahí más
adelantado–, y que ese régimen sea un referente democrático. Si no, ¿de qué
primavera estamos hablando?
Ni es
árabe, porque sólo son cuatro países de 22, ni es primavera, porque no ha
florecido nada. Es necesario dejar pasar tiempo para ver los efectos de este despertar
de las sociedades árabes. Pero desde luego, el balance transitorio no debería
llevarnos a ninguna alegría desbordada.
¿Qué papel cumple Egipto en todo este proceso?
Egipto
importante líder de ese mundo árabe, pero no ha liderado ninguna primavera, nada
responde a un plan organizado. Son sociedades hartas, frustradas, desesperadas
ante la insatisfacción necesidades básicas y ante su falta de seguridad que
viven gobernadas por regímenes represivos y corruptos que atentan a sus derechos,
y que ahora se han movilizado.
En el caso
de Egipto, hay que recordar que Mubarak estaba preparando la sucesión del poder
para su hijo, y los militares no estaban contentos con ese plan. En el momento en
que la población se lanzó a la calle demandando cambios, los militares aparentaron
estar al lado del pueblo. Fue una jugada inteligente desde el punto de vista
táctico.
Los
militares querían que Mubarak aceptara que su hijo Gamal no le va a suceder, o
bien que Mubarak cayera, para que así los militares siguieran en el poder.
¿Por qué no querían al hijo de
Mubarak?
Porque
Gamal Mubarak no es militar. Y Egipto siempre ha estado en manos militares. Ni
Gamal era su candidato ni se fiaban de que fuera a cumplir con sus deseos. Es
más: Gamal comenzó a criticar a los militares para tratar de crecer políticamente,
no en clave democrática. Nada de eso contentaba a los militares.
¿Qué ha cambiado, entonces?
Lo que
las sociedades quieren está en todas las plazas de los países árabes: dignidad,
libertad y trabajo. Es lo han pedido durante décadas. Lo que ocurre ahora no es
la primera oleada movilizaciones. En los años 80 ya hubo revueltas que fueron
reprimidas. Ahora hemos visto que en esta segunda oleada de movilizaciones ha
provocado la caída de algunos dictadores. Pero si volvemos a Egipto, la
situación económica es desastrosa. Las necesidades de la población son las
mismas que antes de la caída de Mubarak. Y eso es un reto enorme para el régimen.
Por eso los militares no quieren gobernar, sino reinar, porque gobernar
significa enfrentarse a unos retos que pueden destruir a algunos actores
políticos. Y ellos no quieren quemarse.
¿Cuál fue una de las revueltaa a destacar durante los años 80-90?
La de
Argelia. Allí, el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó las municipales en 1990 y
la primera vuelta de las legislativas en el 1991. Cuando se iban a celebrar la segunda vuelta
de las legislativas se produjo un golpe de estado bendecido por la comunidad internacional,
porque no queríamos que los islamistas llegaran al poder.
En la
medida en que se aplicaron los programas de ajuste estructural del FMI, desde
mitad de los años 80 hasta mitad de los 90, eso produjo revueltas sociales en
muchos países árabes que fueron reprimidos por los regímenes políticos, sin
más.
¿Qué ha ocurrido ahora que es
distinto?
La situación
estructural que explica las movilizaciones se da en los 22 países árabes
musulmanes: hablamos de necesidades básicas sin cubrir, recortes de los
derechos, corrupción, ineficiencia gubernamental, etc. Llevar una vida digna es algo imposible para
la mayoría de la población. Hoy, hace 10 años, hace 20 años y hace 30. Lo que
tenemos que asumir es que desconocemos por qué, ante el aparato represivo
vigente, la sociedad ha perdido el miedo sabiendo que va a morir gente y que
está muriendo gente, como en Siria.
Algunos
han dado excesiva importancia a Internet y a las redes sociales. Al Jazeera es
un factor importante puesto que llega a todos los rincones del mundo árabe, y
por tanto las sociedades entienden que viven en un mundo completamente
insoportable porque tienen gobernantes cada vez más ilegítimos. Y ahora se
derramó la gota que colmó el vaso, y siguen en la calle. No sabemos por qué.
Entrevista publicada el 23 de mayo de 2012 en el portal de noticias Infobae América.
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