Desde el otro lado del Atlántico, es ahora José Antonio Meléndez Paredes el que rememora el recorrido que hicieron sus antecesores. Aunque nació en Argentina y nunca ha estado en España, este porteño de 36 años estudia catalán en el Casals de Catalunya en Buenos Aires, uno de los centros sociales más antiguos e importantes de país.
“Lo hago por una cuestión de raíces”, comenta. Su padre y su abuela son catalanes, y su bisabuelo, Antonio Paredes, participó en la Guerra Civil en Barcelona. “Fue voluntario republicano”, remarca José Antonio. “Finalizada la guerra, los que pelearon con él se exiliaron en Francia, pero él se quiso quedar”.
Aquel combatiente no quiso huir de su ciudad, según relató a sus descendientes, porque él no había asesinado a nadie. Tan sólo había participado en una guerra. Entonces llegaron los franquistas a Barcelona, y fue detenido. “Querían que cantara el Cara al Sol, pero como republicano se negó”, relata su bisnieto.
De este modo terminó en la cárcel. Una vez allí se enfermó, y a punto de morir, lo liberaron para que pasara sus últimos días con la familia.
En aquel tiempo de la postguerra, las penurias y el hambre se convirtieron en los testigos de un conflicto que había dejado en la miseria a millones de familias humildes. La de José Antonio no fue una excepción.
“En mi casa se cuenta la anécdota”, recuerda, “de aquel tío de la familia que fue el primero en emigrar a Argentina. Al llegar, les contó a mis abuelos que aquí se comía bien, que había pan blanco”.
Los abuelos miraron a su alrededor y se percataron de que vivían en una España desolada y sin apenas expectativas de un futuro próspero. Ya habían tenido a su primer vástago, el que sería el padre de José Antonio, cuando decidieron cruzar el Atlántico en 1950. “Mi padre en España sólo conoció el pan de centeno”, cuenta hoy José Antonio. “Pero pudo probar el famoso pan blanco una vez llegó a estas tierras”.
Sus abuelos terminaron por instalarse en Buenos Aires, y nunca más regresaron a España. “Ellos decían que una vez que se emprende un viaje es para siempre”, puntualiza. Sin embargo su padre sí ha visitado su tierra natal, y espera volver este año con su hijo.
José Antonio tiene pasaporte español desde 1995. “Fue más sencillo el trámite de la ciudadanía española que sacarme el pasaporte argentino”, confiesa. Hoy se siente tan español como argentino. “Es curioso”, dice riendo. “Pero en un partido de fútbol grito tanto los goles de Argentina como los de España. Mis amigos me miran raro. Pero yo, gane quien gane, me pongo contento”.
* Artículo aparecido en el diario español Público el 7-2-2010
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