Como historiador y escritor argentino, Felipe Pigna ha conseguido
inculcar a varias generaciones de coterráneos gran parte de la
historia de Argentina. En esta entrevista afronta uno de los asuntos
más espinosos, más apasionantes, y más controvertidos del país:
el peronismo, y su vigencia en la actualidad.
¿Puede encuadrarse el peronismo en alguna
definición?
Es muy complejo definir un movimiento como el
peronismo porque no se puede calificar con los parámetros clásicos
de izquierda y derecha. El peronismo tiene distintas etapas,
distintos momentos: algunas veces está más cerca de la derecha
clásica, y otras, más próximo a la izquierda.
¿Por qué son tan vaporosas sus definiciones?
Por su complejidad. Cuando el movimiento surge
entre 1943 y 1946, convive tanto la derecha, proveniente de un
nacionalismo militar, como la izquierda con el aporte socialista de
los sindicatos, que fueron quienes dieron la base de sustentación a
Perón.
¿Cómo oscila esa izquierda y esa derecha?
Perón inicia su accionar político muy imbuido
con ideas de la derecha y de la Iglesia. La idea de incluir a los
trabajadores en el tejido social, al principio, se hizo en sentido
preventivo, para que no cayeran en el comunismo. Luego entendió que
el pensamiento sindical no era una cuestión de defensa, sino de
convicción, y que no era necesario estar al lado de los
trabajadores para contenerlos, sino para que tuvieran fuerza
propia”.
¿Qué sentido tiene Eva Perón en este
movimiento?
Le dio un sentido más popular al peronismo, y
en cierto sentido, incluso plebeyo. Esa impronta marcó un rumbo
que no había antes. Con el accionar de fundaciones y de leyes
sociales, el peronismo pasó a trabajar a favor de los trabajadores.
Cambió así la forma de distribución de renta de Argentina, los
centros de salud, la atención a las madres solteras, los
hospitales, el fomento del trabajo de los desocupados, etc. Los
trabajadores pasaron a aportar el 50% de la renta nacional.
¿Por qué se asocia al peronismo la frase
“alpargatas sí, libros no"?

Esa frase no la dijo el general Juan Domingo Perón, sino Américo
Ghioldi en una conferencia antiperonista en la que promocionaba su
libro Alpargatas y Libros en la Historia Argentina. Se decía
antiperonista y revolucionario, pero Ghioldi era más bien
reaccionario. Y la respuesta de algunos jóvenes peronistas que
pasaron por el frente de este conferencista fue gritar “alpargatas
sí, libros no”.
¿Qué legado en la educación dejó el
peronismo?
Se masificó la enseñanza primaria y
secundaria. Se generaron también conflictos por una mala política
universitaria. El movimiento no estuvo en contra de la educación
popular, pero para la educación universitaria se designaron
profesores vinculados a la Iglesia y se persiguieron estudiantes.
Eso forma parte de las manchas de lo que fue peronismo. En ese
sentido, el Gobierno, de carácter autoritario, persiguió la
educación.
¿El peronismo tiene algo de fascista?
Perón admiraba a Mussolini, nunca lo negó.
Incluso cuando era muy incorrecto decirlo, desde su exilio en
España, cuando trataba de conquistar los sectores de izquierda de
Argentina, le preguntaban al respecto y decía admirar el orden, el
Estado nuevo y la corporación. Pero Perón no aplicó una política
fascista. No porque no pudiera, sino porque las condiciones no
estaban dadas.
¿Y por qué no podía?
Una de las cosas mas importantes del fascismo es
que es un movimiento de la clase media y alta contra sectores
populares; es lo que es el hipercapitalismo. Pero en Argentina, el
peronismo fue expresión de las clases populares, a diferencia de lo
que fue el fascismo en Italia.
¿Por qué? ¿Cómo era el peronismo?
Perón tuvo cuatro etapas. El primer Perón era
el trabajador, el que conquistó la clase obrera para impulsar
cambios junto con Evita. Éste fue, quizás, el mejor Perón de
Argentina. El país progresó lo que no hizo en gran parte de su
historia, en cuanto a estructura, en cuanto a la incorporación de
la gente al consumo y en cuanto a derechos sociales.
¿Qué vino después?
La crisis, que coincidió con la muerte de
Evita, con una época de malas cosechas que empeoraron la economía
y pusieron en jaque el modelo que dependía de lo agropecuario.
¿Y el tercer Perón?
Fue el del exilio, que pareció virar más a la
izquierda porque estaba marcado por su movimiento. Pero una cosa es
Perón y otra el peronismo, que interpreta a Perón según cada
etapa. El movimiento se radicalizó durante los años 60 con
intentos revolucionarios que no contaban con el aval de Perón,
aunque intentaban que él volviera. Se trataba de una juventud que
le dio el sentido izquierdista al peronismo.
¿Qué ocurrió con el cuarto Perón?
Fue el que regresó a Argentina para marcar los
límites y enfrentarse con esa juventud. Perón utilizó esa
juventud no porque ésta fuera ingenua, sino porque ésta creyó que se
iban a cumplir sus demandas. Esto terminó mal. Perón era ya
un hombre grande, y su movimiento estaba dividido en dos, mientras
que antes había sido monolítico. Fue entonces cuando la derecha y
la izquierda se enfrentaron no sólo con las palabras, sino también
militarmente. Y ahí, Perón se identificó con la derecha. Por eso
su herencia recayó en la figura de su segunda mujer, Isabel, y en
la de su secretario, José López Rega.
¿Qué herencia ha dejado Perón a Argentina?
Su manejo del poder, que es una característica
del peronismo. Esto es importante aquí, donde vivimos tan acosados
por poderes nacionales e internacionales. También su relación con
los gremios, que es una precondición para el peronismo; la
reducción de la deuda externa, y el impulso a la autonomía
financiera y económica, de modo que no hay que depender tanto de los
hechos económicos internacionales para el desarrollo interno.
¿Y qué tuvo de negativo Perón?
El autoritarismo que tuvo en algunos períodos,
con la persecución de oposición y el cierre medios de
comunicación. Nada de eso sucede hoy, y eso marca una diferencia
muy importante.
¿El peronismo actual vive de un mito?
Hay parte de verdad en eso, pero hay que hablar
también de las virtudes del peronismo y de las falencias de la
oposición, que viene demostrando no tanto que no pueda gobernar
sólo el peronismo, sino que el radicalismo tampoco. El socialismo,
por otra parte, no hizo base ni tuvo una política alternativa de
poder. Es un movimiento testimonial, mientras que la derecha golosa
se ha manejado mejor en las sombras que en la democracia. Su forma
de hacer política es a través de golpes: militares, financieros o
mediáticos, pero no políticos. Así pasa en el resto
del mundo, sólo que aquí se disimula menos.
¿Cómo encaja el kirchnerismo dentro del
peronismo?
Hay, de entrada, una clara necesidad de ejercer
el poder.
¿Pero con un buen fin?
Si la presidenta Cristina Fernández no
estuviera convencida, no seguiría. Con lo que ha sufrido, creo que
es una convencida de lo que hace. Y creo que ha hecho las cosas muy
bien. Si miramos como está el mundo y como está Argentina, podemos
apreciar que se han hecho cosas importantes que nos permiten estar
mejor, aunque estemos en inferioridad de condiciones. Lo cual no
significa que estemos a salvo, pero sí que estamos mucho mejor
orientados de lo que está España.
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