El país sudamericano se prepara para el foro internacional del
G20 en plena crisis económica y todavía avergonzado por los
desmanes de violencia que obligaron a suspender la final de la Copa
Libertadores entre Boca Juniors y River Plate.
Argentina encara con cierto nerviosismo la cumbre de
líderes y presidentes de los 20
países industrializados y emergentes (G20) que este
viernes y sábado paralizará
la ciudad de Buenos Aires. El
Gobierno de Mauricio Macri implora para que no haya desmanes en la
seguridad del evento después de que tuviera que
suspenderse
la
final de la Copa Libertadores
que iban a disputar Boca
Juniors y River Plate el
pasado fin de semana.
En Argentina los partidos se juegan sin público visitante
desde 2013, pero Macri, que fue presidente del club Boca Juniors
durante doce años, sugirió alegremente que la final de la copa
sudamericana que enfrentaba a los principales rivales del fútbol
argentino fuera la excepción. Sus propios funcionarios tuvieron que
desautorizarlo, con excepción de la ministra de Seguridad Patricia
Bullrich. “Lo
de Boca y River parece algo bastante menor
al lado de tener 20 presidentes, ocho organismos internacionales y
todo lo que implica en seguridad eso”,
llegó a decir altanera.
La dos
veces suspendida “final del
siglo” ya
no se celebrará en Argentina
tras las agresiones que
sufrió el plantel de Boca
Juniors cuando su autobús se
aproximaba al estadio de River Plate. El
sonrojo por el humillante
desenlace de la final llegó en un momento de decepción generalizada. Hay
quienes interpretan el
espectáculo grotesco que se
vivió en el fútbol como una
metonimia de
la decadencia de
la sociedad.
El jefe de Gobierno (alcalde) de
la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, asumió
la responsabilidad por todo el Gobierno argentino
y puso sobre la mesa la
renuncia de su
ministro de Seguridad, Martín Ocampo, íntimo
del presidente de Boca, Daniel Angelici,
a su vez acusado de operar en
el poder judicial para Macri.
El contubernio
entre políticos, dirigentes de fútbol y fuerzas de seguridad
no comenzó el pasado fin
de semana pero estalló en el peor momento para Argentina,
abochornada por que el
partido de fútbol más importante de su
historia se deba jugar en otro país.
Unos
200 millones de dólares se
ha gastado
el país en la organización
de esta cumbre con la expectativa de que esta vez no haya sorpresas
desagradables que la vuelvan a colocar en primera plana
internacional.
Sin fútbol y en recesión
Después
de tres años de gestión, el
Gobierno tampoco puede presumir de
logros económicos: el país
se encuentra sumido en recesión, con un desplome
de la actividad industrial del 11,5 % en
septiembre, la peor caída
desde 2002.
En
el Ejecutivo todavía se
preguntan
por qué desde mayo
los capitales financieros salieron en estampida de un mercado
desregulado a su conveniencia, lo que llevó a que el
peso argentino se depreciara
53 % este 2018 y la inflación
se disparase al
45,9 % en los últimos
doce meses.
Macri recurrió
al Fondo Monetario Internacional (FMI) para garantizar el
financiamiento de
los gastos al menos
hasta 2019, último año de su Gobierno, a
costa de una deuda pública
que escaló a más del 80% del PIB.
El Presupuesto 2019, que
finalmente sancionó
el Congreso y que se cobró buena parte del rédito político del
presidente, plantea una
recorte en casi todas las partidas presupuestarias,
menos en el pago de intereses de deuda.
“Visto desde afuera es una decisión
muy dura y difícil, y asumo que el presidente Macri la tomó en
función de que no había otra”, señala a Público quien
fuera ministra de Relaciones Exteriores entre 2015 y 2017, Susana
Malcorra. “Hubiera preferido que no hubiéramos tenido que
llegar a esto”.
Los “draconianos” términos del
acuerdo con el Fondo conllevan la adopción de algunas medidas “que
van a tener impacto y van a ser difíciles”, reconoce la
excanciller. “La única pregunta que me puedo hacer desde la
distancia es si efectivamente no había ninguna opción, y el
presidente asegura que no la había, así que tengo que reconocerle
que tiene más elementos que yo”.
En este caso, “lo que hay que hacer
ahora es trabajar de manera sistemática para cumplir con lo
prometido”, añade Malcorra. “Uno de los problemas que
históricamente ha tenido Argentina es el de no siempre cumplir
aquello que ha firmado. Ahora es seguir adelante con el compromiso
asumido”.
Disputa entre EEUU y China
Argentina hará frente a la cumbre del
G20 con la expectativa de facilitar el diálogo entre China y EEUU
para que no escale a mayores el
conflicto comercial que mantienen ambos países.
“Hay
un reconocimiento al esfuerzo que Argentina
está haciendo en un momento particularmente
difícil, y eso genera un
espíritu de cómo podemos
encontrarle una vuelta”,
afirma la exministra.
La nación austral puede
aquí exhibir “su capacidad de organización al armar todo esto,
tender puentes y salir mostrando un profesionalismo y manejo
adecuado”.
Pero el éxito
real de la cumbre no pasa tanto por Argentina como por la posibilidad
de encauzar el enfrentamiento comercial abierto entre China y EEUU.
“Será muy difícil avanzar en las otras agendas si no hay cierta
descomprensión, si no se genera un espíritu de afecto
societario”, reconoce Malcorra, que renunció en junio de 2017
a su puesto para trasladarse a Madrid, donde vive en la actualidad.
Desde el 24 de
septiembre EEUU impuso un arancel del 10 % a las
importaciones de bienes chinos por 200.000 millones de dólares
con la amenaza de elevar el impuesto al 25 % a partir de 2019,
mientras que China decretó una tasa de entre el 5 y el 10 % sobre
5.200 productos estadounidenses por 60.000 millones de dólares.
“En todas estas ocasiones hay
riesgos y oportunidades”, confía Malcorra. “Hay un riesgo
muy grande de que la visión entre EEUU y China no encuentre una
convergencia. También es cierto que hay una oportunidad, aunque se
va achicando porque la fecha límite del 1 de enero se acerca
muchísimo”.
La incertidumbre de lo que pueda ocurrir se acentúa dado que ésta
es la última oportunidad de Trump y Jinping para apaciguar
posiciones. “Si bien es cierto que todo puede saltar, también es
cierto que quizás haya una pequeña ventana que posibilite que
lleguen a un acuerdo en los niveles de tarifas para
descomprimir la tensión”, concluye la exministra.
A
la cumbre que por primera vez
se celebra en un país sudamericano acude
un menoscabado Emmanuel
Macron y la canciller Angela Merkel en
representación de una Europa desarticulada que acaba de firmar el
Brexit con Reino Unido. También
estará el mandatario de
Rusia, Vladimir Putin, y
el presidente del Gobierno,
Pedro Sánchez,
ya que aunque España no forma parte del G20, asiste de invitada
permanente.
Quien ya
se encuentra en el país con los inodoros que se hizo traer
especialmente de EEUU es el príncipe
heredero saudí Mohamed bin Salman,
acusado de cometer crímenes de lesa humanidad en Yemen y de asesinar
al periodista saudí Jamal Kashoggi
en una denuncia presentada por Human Right Watch ante los
tribunales argentinos.
El juez federal Ariel Lijo ordenó
este miércoles librar exhortos a Turquía, a Yemen
y a la Corte Penal Internacional para determinar si existen
procesos en trámite por los hechos denunciados, mientras que el
Ministerio argentino de Relaciones Exteriores debe informar sobre las
condiciones diplomáticas dispuestas para la cumbre del G20.
El pedido de la ONG estadounidense se ampara en la justicia
universal que reconoce la Constitución argentina. Gracias a ese
principio, la jueza
argentina María Servini de Cubría investiga desde 2010 los
crímenes del franquismo en una
causa en la que están imputados quince exfuncionarios de la dictadura.
* Artículo aparecido el viernes 30 de noviembre en Público.
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