El presidente estadounidense, Donald
Trump, volvió a acaparar la atención con reacciones fuera de
protocolo en el marco de este cónclave que reúne a líderes y
presidentes de los 20 países industrializados y emergentes.
Acostumbrado a ser el centro de
atención, el presidente de EEUU, Donald Trump, ha inaugurado su
estadía en Buenos Aires con sus salidas de tono habituales y
con un horario particular que él maneja a su antojo.
Para empezar la jornada, el mandatario
llegó media hora tarde al encuentro bilateral con el anfitrión
de la cumbre, el presidente Mauricio Macri, que lo esperaba desde las
6:55 hora local (10:55 hora española) en la Casa Rosada, sede del
Gobierno.
Durante su saludo con Macri, Trump
expresó su fastidio ante toda la prensa por la traducción
simultánea que intervino durante las declaraciones del presidente de
argentino. "Le entendí mejor en su idioma que en mi
'interpretación'", observó antes de dejar caer el dispositivo
al suelo.
Durante la entrevista, los dos
dirigentes “reiteraron su compromiso compartido de enfrentar los
desafíos regionales como Venezuela y la actividad económica
depredadora china”, según informó después la portavoz del
mandatario estadounidense, Sara Huckabee Sanders.
El ministro argentino de Relaciones
Exteriores, Jorge Faurie, trató de bajar el tono del comentario en
una rueda de prensa posterior, consciente de que China es el segundo
socio comercial de Argentina y no es el momento de contrariar al
país asiático. “ "No creo que se haya hablado en esos
términos”, atinó a decir, visiblemente incómodo. “El adjetivo
'depredador' corre por cuenta de su comunicado”.
Tras entrevistarse con Macri durante 45
minutos, Trump volvió al hotel y firmó junto a su par de Canadá,
Justin Trudeau y de México, Enrique Peña Nieta, un nuevo tratado
de libre comercio (TMEC) que reemplaza al Nafta, el pacto vigente
desde 1994.
Sus colegas se dirigieron entonces al
centro de convenciones Costa Salguero, situado a orillas del Río de
la Plata, donde el presidente argentino estaba dando la bienvenida a
cada presidente extranjero de cara a la inauguración formal de la
cumbre.
Es común que la primera actividad del
cóclave antes del inicio de las deliberaciones sea el denominado
"retiro", una instancia en el que los presidentes se
reúnen a solas durante 90 minutos, sin ni siquiera asesores. Pero
Trump no estuvo. Apareció en el último momento, cuando ya
terminada la reunión, Macri saludaba al resto de los líderes
internacionales invitados al foto.
Trump se acercó, posó para la foto, y
tras dirigirse al presidente argentino, siguió de largo,
mientras un Macri descolocado lo llamaba infructuosamente para que
volviera. La desmentida del canciller pudo ser la razón del
desplante al presidente argentino.
Durante su vuelo al país sudamericano,
el magnate republicano ya avisó que no se reuniría con su homólogo
ruso, Vladimir Putin. Con China está en el aire la posibilidad de
que el enfrentamiento comercial escale a mayores, según cómo vaya
la cena agendada entre el presidente Xi Jinping y Donald Trump este
sábado al término de la cumbre.
Mientras tanto, el Gobierno argentino
intenta que la cumbre del G20, su escaparate hacia el resto del
mundo, no se desmande por las reacciones impetuosas de sus
líderes.
Los primeros traspiés ya corrieron por
la parte argentina. Un error de protocolo llevó a que el presidente
francés Emmanuel Macron, ante la ausencia de funcionarios argentinos
a su llegada al aeropuerto internacional de Ezeiza, saludara a un
operario con chaleco amarillo, cuando en Francia acaba de
enfrentar un multitudinario movimiento anti protesta contra el alza
de impuestos que se identifica justamente con esta vestimenta.
La banda militar argentina también
se confundió al momento de recibir al presidente chino Xi
Jinping y comenzó a tocar cuando del avión que trasladaba a la
comitiva del país asiático descendió el primer funcionario de ese
país. “Claro, esto nos pasa a todos, es difícil reconocerlos”,
justificó, casi en nombre del Gobierno, uno de los periodistas que
transmitía lo sucedido.
Por si fuera poco, el Instituto
Nacional de Prevención Sísmica registró este viernes un
movimiento telúrico de 3,8 grados en la escala Richter en el
sur de la capital argentina y de la provincia de Buenos Aires,
algo insólito en esta zona, y advirtió que podría tener lugar
en las próximas horas otra réplica más intensa. El nerviosismo se
siente en el ambiente.
* Artículo aparecido el 1 de diciembre de este año en el diario español Público.
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